Movimiento por la Justicia y la Igualdad (JEM)
También llamado Movimiento de Justicia e Igualdad (MJI), este grupo rebelde originario de Jartum está dirigido por Khalil Ibrahim Muhammad. Se sumó a la lucha del Movimiento de Liberación de Sudán (SLM) con el objetivo de derrocar al Gobierno pero rechazó la firma del acuerdo de paz de 2006.
Es el grupo rebelde de mayor fuerza financiera, se cree que gracias al apoyo de la rama al-Turabi de laCongreso Patriótico Popular (PPC), es decir los ex compañeros de al-Turabi, cuando éste fue enviado a prisión.
Asimismo, el Gobierno sudanés ha acusado en varias ocasiones a su par chadiano, Idriss Déby, de origen zaghawa, de apoyar a este movimiento guerrillero. Como ejemplo, el artículo publicado el 8 de abril de 2008 en Sudan Tribune en el cual, se recogen palabras del jefe de la delegación del Gobierno en Darfur, Nafi Ali Nafi, indicando que Sudán “está preparado para contestar cualquier invasión chadiana que respalde al rebelde Movimiento para la Justicia y la Igualdad (JEM)”.
El libro negro
No se sabe quién es el autor de la obra literaria que refleja con información pública y gubernamental el abandono y la marginación política y económica a la que Jartum habría sometido históricamente al resto de las regiones del país.
Sin embargo, sus repercusiones fueron muy importantes en el desarrollo de la situación política de Sudán y la crisis de Darfur.
Por supuesto, han surgido versiones sobre la verdadera identidad de los “Buscadores de la verdad y la justicia”, que firman el Libro Negro.
Algunas hipótesis se orientan hacia al-Turabi y la facción más desilusionada de la Hermandad Musulmana.
Ésta es la opinión del historiador M. W. Daly quien argumenta: “[Primero,] el hecho de que se propusieran tantos posibles autores, lo dice todo contra el Gobierno. Segundo, la conmoción producida por las revelaciones en el libro, las cuales provenían casi todas de documentos públicos y publicaciones del gobierno, testimonia la inmadurez de los políticos de Darfur y del país: cualquiera de los sudaneses con estudios podría haber producido las irrefutables estadísticas sobre la falta de representación de las regiones periféricas en los parlamentos gabinetes y consejos de Sudán y los gobiernos provinciales desde la independencia. Estadísticas similares han ilustrado largamente el caso de los sureños contra Jartum y los norteños progresistas han protestado durante décadas contra las disparidades en el desarrollo económico que condena el Libro Negro. La innovación de esta publicación es el desglose de la etnia de los beneficiarios por tribu, lo que demostraba la dominación continua de los árabes Shayqiyya, Ja’aliyyin y Danaqla. Tercero, el instinto nixoniano del régimen sobre la publicación no fue el de responder sino el de hallar las ‘filtraciones’: sólo alguien de dentro, se pensaba, podría haber obtenido la información del libro, una acusación inexacta que revelaba la ignorancia de la burocracia”.
Por su parte, el investigador francés Gérard Prunier recuerda que también, Khalil Ibrahim, “un islamista militante que había sido ministro de Educación de la provincia de Darfur en la década de 1990”, se autoproclamó autor del Libro Negro y reclamaba desde Londres el crédito de haber iniciado la revuelta en el nombre de un hasta entonces desconocido Justice and Equality Movement (JEM).
La periodista y escritora Julie Flint defiende también esta teoría: “El JEM se origina a mediados de la década de 1990, cuando los darfurianos ya estaban desencantados con los líderes islamistas de Sudán, incluido Hassan al-Turabi, e integrantes del régimen formaron un comité secreto de 25 hombres, provenientes de seis estados de Sudán para recolectar información sobre la marginalidad política y económica. El documento resultante: El libro negro, el desequilibrio de poder y riqueza en Sudán, se distribuyó secretamente en Jartum en mayo de 2000 y ofrecía un desglose detallado de dónde radica, y ha radicado desde la independencia, el poder económico y político en Sudán en manos de una pequeña elite de tres tribus que viven a lo largo del Nilo al norte de Jartum: los shayqiyyas, ja’aliyyins y danaqlas. El Libro Negro criticaba rotundamente al [Frente Islámico Nacional] NIF el cual, decía, había ‘demostrado su incapacidad para desviarse de los patrones de injusticia establecidos’”.
El JEM ha colgado una versión en inglés del Libro Negro en su página web.
La respuesta ante el Libro Negro
El Libro Negro provocó conmoción tanto en el país como en la comunidad internacional.
Para Daly, las reacciones del régimen sudanés ante el Libro Negro eran “sorprendentes más que nada por el hecho de que no contenía prácticamente nada nuevo”.
Según el autor, “todos los sudaneses con estudios, y especialmente los interesados en política -los dos grupos de personas son casi idénticos-, sabían del maquillaje de los sucesivos regímenes y el relativo enriquecimiento de algunas tribus.Pero mientras que para algunos observadores esto podría haber estado adscrito al mérito o aún a la suerte -la ubicación, el acceso a las oportunidades educativas en la era colonial, los lazos comerciales de años-; para otros, en especial el mundo occidental, el Libro Negro abrió la discusión sobre el tema.Las disparidades no eran, parecía decir el Libro Negro, simplemente el resultado de la lejanía y el clima de Darfur, sino de políticas desarrolladas por Jartum para mantenerlo en la pobreza; la dominación de las instituciones de Gobierno por los árabes de la ribera del Nilo no era sólo el resultado de su educación superior sino también de su nepotismo y realmente de la organización del Gobierno para servir a sus propios intereses".
En otras palabras, el Libro Negro, daba coherencia al caso por el subdesarrollo conciente de Darfur, un caso, más aún, en el que la depredación de los janjaweed encajan racionalmente: la limpieza étnica era una discriminación política y económica llevada al extremo.
En cualquier caso, Daly considera que el Libro Negro ayudó a unir los elementos dispares de la resistencia de Darfur. Y que la reacción “casi histérica” del Gobierno ante su distribución nacional e internacional en pocos días, obedecía al temor de que al-Turabi se revelara contra el régimen en Darfur apoyado por las milicias árabes de la región. Para evitarlo, indica el autor, el Gobierno organizó a los generales y políticos de las tribus Rizayqat, Zayyidiyya y otros para que abastecieran a las milicias árabes con armas pesadas y nuevos reclutas de Sudán y Chad. Asimismo, se encargó de desarmar a las tribus no-árabes.
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