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Antigua Asia Menor. Ver mapa más grande

Asia Menor. Península de Asia occidental, situada entre el mar Negro y el Mediterráneo, llamada antiguamente Anatolia. Por el E su estructura alcanza hasta el Éufrates; su litoral O es vecino del archipiélago Egeo y al NO la separan de Europa los Dardanelos, el mar de Mármara y el Bósforo. Tiene 750 000 km2 y forma una vasta meseta de 600 a 1 000 m de altura con zonas montañosas al N y al S. Políticamente pertenece a Turquía.
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Welcome to Twig QUMRÁN: "! Bienvenido a QUMRÁN.Orar a Alah, Yahvé Jehová,por el respeto por las diferencias y la paz en el mundo. Por la misericordia bondad de Dios y fe..“Un gran hombre demuestra su grandeza por el modo en que trata a los que son o tienen menos que él”..¡.. "Creemos en el diálogo, paciente, verdadero, razonable: diálogo para la búsqueda de la paz, y también para evitar los abismos que dividen culturas y pueblos y que preparan graves conflictos"Asìs.Es evidente que, impresionantes números de personas mueren repetidamente cuando depositan su confianza en mentiras y mentirosos. Y casi siempre los mentirosos en el poder se encuentran en situaciones difíciles como consecuencia de su gran caso omiso de los hechos,Laura Knight-Jadczyk Somos una fuente de información con formato y estilo diferente 2010. El siervo de Cristo no lo es por propia iniciativa, sino por elección de Jesús.

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Valle De Los Reyes, Egipto

jueves, abril 10, 2008

El cosmopolitismo es universalista, pero considera la diversidad humana como una riqueza


La hora del cosmopolitismo
Kwame Anthony Appiah
El ideal de Diógenes, ser ciudadano del mundo, era un sueño en su época; hoy no sólo es posible, sino necesario. No se trata de crear un único Gobierno mundial, sino de vivir juntos como una tribu global
Mi madre nació en el oeste de Inglaterra, al pie de las colinas Costwolds, en el seno de una familia que, en 80 kilómetros a la redonda, podía rastrear su árbol genealógico remontándose a los primeros tiempos del periodo normando, es decir, a casi mil años antes. Mi padre nació en la capital de la región ashanti de Ghana, en una localidad que sus antepasados habían habitado desde los inicios del reino asante, cuando despuntaba el siglo XVIII. De manera que cuando estas dos personas, nacidas en lugares tan distantes, se casaron en la Inglaterra de la década de 1950, mucha gente les advirtió que sería difícil mantener un matrimonio mixto. Y mis padres estaban de acuerdo. Fíjense, mi padre pertenecía a la Iglesia metodista y mi madre a la anglicana. Y eso sí era un auténtico desafío.
El cosmopolitismo es universalista, pero considera la diversidad humana como una riqueza La clave es la tolerancia hacia las opciones de los demás y la humildad respecto a las nuestras
En consecuencia, soy producto de un matrimonio mixto. Bautizado en el metodismo, fui a la escuela dominical en una iglesia de Ghana no adscrita a ninguna confesión concreta y a la que pertenecía mi madre. Aprendí de mi padre y de mi madre algo que ambos ejemplificaron cuando decidieron convertirse en marido y mujer: una cierta apertura hacia personas y culturas ajenas a aquéllas en las que se habían criado. Creo que mi madre lo aprendió de sus propios progenitores, que tenían amigos en muchos continentes. Me parece que mi padre lo aprendió en Kumasi, que es un lugar políglota, multicultural y abierto al mundo. Aunque él también lo aprendió a través de la educación. Porque, como muchos de los que tuvieron la oportunidad de asistir a la escuela secundaria en los más remotos rincones del Imperio Británico, tuvo una formación clásica. Le encantaba el latín y en la cabecera de la cama no sólo tenía su Biblia, sino las obras de Cicerón y Marco Aurelio. En el testamento espiritual que legó a sus hijos nos dijo que siempre debíamos recordar que éramos "ciudadanos del mundo". Utilizó esas palabras, las mismas que Marco Aurelio habría reconocido y hecho suyas. Después de todo Marco Aurelio escribió: "Qué estrecho es el parentesco que une a un hombre con toda la raza humana, porque se trata de una comunidad, no de la sangre o la simiente, sino del espíritu".
Ahora bien, la primera persona que sabemos que se consideró a sí mismo ciudadano del mundo -kosmou polites en griego, expresión de la que procede nuestro término "cosmopolita"- fue un hombre llamado Diógenes, nacido en algún momento de finales del siglo V en la localidad de Sinope, que, situada en la costa meridional del Mar Negro, pertenece ahora a Turquía. Diógenes, según la tradición, vivía en un gran tonel de terracota. Y se le llamaba cínico -kyneios en griego significa "perro"-, porque vivía como tal. De manera que le echaron a patadas de Sinope. Fue Diógenes el primero en proclamar que era "ciudadano del mundo". Se trataba de una metáfora, porque los ciudadanos comparten un Estado y Diógenes no tenía un Estado mundial al que pertenecer. De manera que él, como cualquiera que haga suya esa metáfora, tuvo que decidir qué quería decir con ella.
Diógenes no quería decir que fuera partidario del establecimiento de un único poder mundial. En una ocasión se encontró a alguien que sí lo era: Alejandro Magno. El aspirante a conquistador del mundo, que, como discípulo de Aristóteles, se había educado en el respeto a los filósofos, le preguntó a Diógenes si había algo que pudiera hacer por él. "Claro", contestó éste, "¿serías tan amable de apartarte? Es que me estás tapando el sol". Y esto es lo primero que me gustaría tomar de Diógenes al interpretar la metáfora de la ciudadanía global: no hace falta ningún Gobierno mundial, ni siquiera el de un discípulo de Aristóteles. Lo que Diógenes quería decir es que podemos pensar en nosotros como conciudadanos, aunque no seamos -y no queramos ser- miembros de una única comunidad política, sometida al mismo Gobierno.
Una segunda idea que podemos tomar de Diógenes es que debemos preocuparnos de la suerte de todos nuestros congéneres, no sólo de los de nuestra misma comunidad política.
Además, y ésta es una tercera enseñanza de Diógenes, podemos sacar buenas ideas de todas las partes del mundo, no sólo de nuestra propia sociedad. Merece la pena escuchar a los demás, porque quizá tengan algo que enseñarnos; merece la pena que ellos nos escuchen, porque quizá tengan algo que aprender.
Hay una última cosa que quiero tomar de Diógenes: el valor del diálogo, de la conversación como forma fundamental de comunicación humana. En consecuencia, ésas son las ideas que yo, ciudadano estadounidense del siglo XXI de origen anglo-ghanés quiero tomar de un ciudadano de Sinope que soñó con una ciudadanía global hace veinticuatro siglos.
El cosmopolitismo es universalista: cree que todos los seres humanos importan y que compartimos la obligación de preocuparnos por los demás. Pero también acepta que la diversidad humana constituye un amplio y legítimo abanico. Y ese respeto a la diversidad surge de algo que también se remonta a Diógenes: la tolerancia hacia las opciones vitales que toman los demás y la humildad respecto a las nuestras.
La globalización ha hecho relevante este antiguo ideal, cuando ni siquiera lo era en la época de Diógenes o de Marco Aurelio. Diógenes no sabía de la mayoría de los pueblos -de China, Japón, Suramérica, el África Ecuatorial; ni tan siquiera de Europa Occidental o del Norte- y nada de lo que hiciera podía tener tampoco mucho impacto sobre ellos. Sin embargo, hoy no vivimos en el mundo de Diógenes. Sólo en los últimos siglos, cuando todas las comunidades humanas han ido imbricándose en un único entramado comercial y en una misma red informativa, hemos llegado al punto en el que es realista imaginarse que todos y cada uno de nosotros podemos entrar en contacto con alguno de los seis mil millones de otros seres humanos y enviarle algo que merezca la pena tener: una radio, un antibiótico, una buena idea. Por desgracia, ahora también podemos enviar, por negligencia tanto como por mala intención, cosas dañinas: un virus, un contaminante que se transmite por el aire, una mala idea.
Y las posibilidades de hacer el bien y el mal se multiplican de modo absolutamente inconmensurable cuando se trata de las políticas que los Gobiernos aplican en nuestro nombre. Juntos podemos arruinar la vida de los campesinos pobres inundando sus mercados de cereales subvencionados; paralizar sectores industriales aplicando aranceles excesivos; proporcionar armas que maten a miles y miles de personas. Juntos podemos mejorar los niveles de vida, adoptando nuevas políticas comerciales y de ayuda; impedir o tratar enfermedades mediante vacunas o medicamentos; tomar medidas contra el cambio climático global; fomentar la resistencia a la tiranía y el interés por el valor de cada vida humana.
Además, es evidente que la red mundial de difusión de la información -a través de la radio, la televisión, los teléfonos, Internet- no sólo significa que podemos influir en vidas de cualquier parte, sino que también podemos aprender de ellas. Todas aquellas personas de las que tenemos noticia y en las que podemos influir son seres humanos con los que tenemos responsabilidades: decir esto es proclamar simplemente la propia concepción de moralidad.
En consecuencia, el desafío radica en tomar mentalidades y sentimientos constituidos a lo largo de milenios de vida en el marco de grupos locales y dotarlos de ideas y de instituciones que nos permitan vivir juntos como la tribu global que ahora somos. Porque ahora lo que realmente necesitamos es un espíritu cosmopolita que no sólo nos vea a todos ligados por una conversación del conjunto de la especie, sino que acepte que tomemos opciones diferentes -dentro de cada nación y en las relaciones entre ellas- sobre nuestra forma de vivir.
(Traducción de JCM)
Kwame Anthony Appiah es filósofo, novelista, historiador y profesor en la Universidad de Princeton.

miércoles, abril 09, 2008

Los hilos del terrorismo dentro de un mal clima mundial

Harun Jahja
En el 2001 fueron estrellados aviones a reacción contra las Torres Gemelas del Centro de Comercio Mundial en Nueva York y contra el Pentágono, que mataron e hirieron a miles de personas. En los días que siguieron a esos atentados --totalmente inesperados, como método dirigido contra el único superpoder mundial-- se empezó a debatir en todo el planeta el concepto de terrorismo.
Una atmósfera de horror y pánico fue tomando cuerpo, especialmente en Norteamérica, pero no por mucho tiempo: enseguida todos se empezaron a preguntar cuál sería la mejor manera de combatirlo. Ya ningún país podía quedarse fuera de la lucha contra el terrorismo diciendo "esos ataques no fueron dirigidos contra nosotros". Los ciudadanos de todos los pueblos comprobaron que el rostro tétrico de esa maldición puede presentárseles en cualquier momento, es decir, mientras duermen, miran TV, llevan a sus hijos al parque, trabajan en la oficina. Se comprobó que el objetivo del terrorismo es paralizar a la sociedad, que tema salir a la calle, usar transportes públicos o ir de compras. En resumen, crear un clima de miedo permanente. Apenas Norteamérica se recuperó del estremecimiento del 11 de septiembre, se unió a otros países para lanzar una guerra en todo el mundo contra esa peste. Pero luego de empezada la misma, los funcionarios de tan poderosa coalición declararon públicamente que no era suficiente combatirla sólo en el campo militar.
Los atentados del 11 de septiembre causaron miles de muertos y una cifra de heridos aún mayor.
¿Cómo se debería encarar la lucha contra el terrorismo? Para responder a ello deberíamos identificar primero las raíces del mismo. Y para hacer esto debemos examinar lo que ha sucedido durante el siglo pasado, época en que se presentó como una amenaza muy grande.
El siglo XX, con sus dos guerras mundiales, muchos conflictos regionales y diversos actos de violencia locales, se convirtió en la centuria más sangrienta de la historia. Además, los constantes avances tecnológicos en la última parte del milenio ayudaron a los terroristas en demasía a extender el alcance de sus acciones. Hoy día, con sólo apretar un botón se podría asesinar a millones de inocentes. El terrorismo de alta tecnología podría infligir daños por miles de millones de dólares a la economía de cualquier nación y moldear de alguna manera la política mundial sin que sus perpetradores siquiera muestren la cara a la luz del día. Está claro que después de los ataques sobre Nueva York y Washington DC en Norteamérica --es decir, sobre la mayor potencia tecnológica del mundo-- ningún país se puede considerar a salvo del manotazo mortal del terrorismo. Peor aún, si no se toman las contramedidas necesarias, esa peste crecerá y será más intensa en el siglo XXI, al punto que un solo agente químico, biológico o ataque nuclear asesinará a decenas de miles de individuos.
Una Acertada Definición de Terrorismo
Al concentrar esta catástrofe la preocupación del mundo, la definición de "terror", "terrorista" y "terrorismo" asume una importancia completamente nueva. Muchos países, según sus propios intereses, al hacerlo, describen el perfil de quienes nutren sus filas y publican listas de organizaciones que estarían desarrollando esas actividades. Lo que para algunos gobiernos son "organizaciones terroristas", para otros son "luchadores por la libertad". A países que algunos ven como "terroristas", otros los consideran "aliados leales". Por lo tanto, ¿quién define lo que es terrorismo? Para establecer un criterio se pueden determinar dos características distintivas:
1) Tener como Blanco a los Civiles. Cualquier país ocupado tiene derecho a resistir la agresión en su territorio por una fuerza extranjera. Pero si esa resistencia incluye ataques sobre blancos civiles, no vale ningún tipo de justificación y allí comienza otra forma de terrorismo. Como veremos después, esta definición está en plena consonancia con las normas islámicas sobre la guerra. El Profeta Muhammad (la paz y la bendición de Dios sea sobre él --PB--) ordenó a sus seguidores combatir contra quienes le declaraban la guerra. Pero también ordenó que nunca se debería considerar a los civiles como blanco de ataques. Por el contrario, determinó --e incluso obligó-- que todo musulmán debía atender especialmente la seguridad de los no combatientes.
2) Atentar Contra la Paz. Si no se está en guerra, es un acto de terrorismo tomar como blanco de ataques a funcionarios gubernamentales o militares. Ese tipo de agresión que busca romper las relaciones pacíficas entre países o comunidades, es un acto de terrorismo, aunque se perpetre contra las fuerzas armadas.
Todo ataque que amenace la paz o que se dirija sobre objetivos civiles, incluso en situación de guerra, es terrorismo. No se puede defender, aprobar o justificar esas agresiones de ninguna manera. De cualquier modo es cierto que ese tipo de violencia está muy difundido en el mundo moderno. Por eso mismo debe considerarse en toda su amplitud cualquier tipo de guerra antiterrorista: planear con gran cuidado cada etapa de la misma con el objetivo de terminar con las más variadas formas de esa agresión. Para ello es necesario que los individuos de todos los pueblos se aparten totalmente de esta práctica: sea cual sea la forma del mismo debe ser inequívocamente condenado, independientemente de la causa que lo motive, el blanco al que apunte, de dónde surja o cómo sea llevado a cabo. De idéntica manera, quien se oponga sinceramente a esa calamidad debería mostrar la misma empatía por los miles de asesinados no sólo en las torres gemelas sino en Japón, España, Turquestán Oriental e Indonesia, así como en la masacre de más de medio millón de Hutus en Rwanda, el asesinato de gente indefensa en Palestina, Israel y en todo el planeta.
Una vez que toda forma de terrorismo sea condenado sinceramente sin atenuantes, sus perpetradores ya no recibirán apoyo de ningún país o no podrán encontrar refugio dentro de sus territorios. De manera absolutamente literal, esos violentos no encontrarán ningún lugar donde ocultarse.
El Fundamento Ideológico del Terrorismo
Para emprender una guerra victoriosa contra esta maldición, hay que identificar antes que nada la filosofía subyacente que la nutre y los medios que se emplearán para combatirla. Por lo tanto este libro se ocupa de los criterios ideológicos elementales del terrorismo y de los desastres a los que conduce. El punto del que parten sus defensores es que la violencia resulta una virtud en sí misma y un medio poderoso para resolver los problemas políticos o sociales. Cualquier terrorista que actúa bajo la influencia de ideas que le fueron impuestas, cree que está empeñado en una lucha justificada al matar inocentes, perturbar el orden público o hacer pedazos las relaciones pacíficas. Esta tragedia sólo podrá ser superada cuando gente así comprenda lo ilógico y equivocado de cualquier ideología que inspire e incite a la violencia y por lo tanto se percate de que por ese medio nunca irá a ninguna parte. Hasta que no se haga conciencia de la necesidad de cambiar los conceptos en las mentes de los terroristas, todas las medidas contraterroristas serán de un éxito en todo caso efímero. Dicho cáncer se presentará una y otra vez en distintos lugares y bajo circunstancias diferentes con una máscara peculiar.
Sé indulgente, prescribe el bien y apártate de los ignorantes! (Corán 7:199)
Page 17) ¡Que constituyáis una comunidad que llame al bien, ordenando lo que está bien y prohibiendo lo que está mal! Quienes obren así serán los que prosperen. (Corán 3:104)
Sólo acabaremos con esta plaga destruyendo su infraestructura ideológica. los fundamentos ideológicos del terrorismo moderno en realidad se remontan al darwinismo social y a las tendencias materialistas que de allí se derivan. La gente expuesta a ese adoctrinamiento cree que la vida es un campo de batalla en el que sólo sobrevive el fuerte. Es decir, los débiles están condenados a ser eliminados. Para esa concepción, el ser humano al igual que el universo, son productos de la casualidad. Por lo tanto la persona no es responsable de sus acciones frente a nadie. Estas y otras ideas instan inevitablemente a llevar una forma de vida bestial, en donde la agresión, la violencia y la crueldad son consideradas aceptables e incluso virtuosas.
Quien recurre al terrorismo, sosteniendo que la violencia es el único camino para lograr sus objetivos, está realmente bajo la influencia del darwinismo social y el pensamiento materialista, independientemente de la raza, religión o grupo de pertenencia. Los terroristas modernos que suponen que actúan en nombre de la religión, también están bajo la influencia del materialismo y el darwinismo. Resulta así porque es imposible que cualquiera que viva según las normas morales de la religión revelada por Dios, apruebe ese tipo de agresión y mucho menos que crea que se dirige a un objetivo más "elevado" asesinando a otros. Quienes recurren a tales métodos y por lo tanto van por el camino exactamente opuesto al de los valores morales defendidos por la religión, son movidos por la influencia de las ideologías materialistas
El Islam Denuncia el Terrorismo dejamos en claro que nuestra religión rechaza con contundencia toda forma de este flagelo, más allá de contra quién sea dirigido. Allí se explicó a la luz de los versículos coránicos de qué modo la moral religiosa convoca a la gente a la paz, a la tolerancia y a la convivencia. También subrayamos la deshonestidad de condenar sólo esos actos terroristas dirigidos contra un sector determinado, porque ese proceder debilita la lucha en contra de dicho mal. Cualquiera que vive según la moral islámica debe combatir todas las formas en que se da esa agresión. El fundamento de la lucha intelectual se asienta en revelar la verdadera moral religiosa.
Los políticos actuales, los comentaristas de las distintas realidades sociales y los académicos, están de acuerdo en que la fuerza militar por sí sola no es suficiente para erradicar totalmente el terrorismo. Este libro se enfoca sobre la única manera en que puede lograrse eso: por medio de la paz, la tolerancia y el amor. Todas las religiones que Dios envió por medio de Sus mensajeros son guías provechosas. Basándonos en el Corán y en la Biblia (aunque ésta ha sido distorsionada en parte), aquí ofrecemos ejemplos de que cada una de las tres religiones divinas prohíbe el uso de la violencia injusta. También se muestra que el único camino para combatir el terrorismo es recomponer los fundamentos a través de los cuales se puedan inculcar los conceptos de amor, afecto, compasión, humildad, perdón, tolerancia y justicia, propios de la moral de la religión, en consonancia con el versículo que dice, Dios invita a la Morada de Paz... (Corán, 10:25). Los afortunados que logren esa moral serán quienes se esforzarán al máximo para construir un mundo lleno de amor y sosiego.

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Bienvenido a Bará QUMRÁN :"La Historia es una sola que se entré tejé con la económia,cultura,creencias, política y Dios la sostiene en el hueco de su mano y tú eres uno de sus dedos" Bara es el término con el cual se designa el poder verbal de Dios para crear de la nada todas los seres tanto inertes como vivos existentes en la naturaleza.Bará solo pertenese a Dios en el vocablo Hebreo, puesto que Él es el único que tiene ese poder ex-nihilo; los seres humanos solo reecrean a partir de lo creado por Dios.


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