Por brenda martínez y agencias de noticias
La muerte asistida mediante la suspensión de la alimentación e hidratación artificial que mantenía con vida hasta el lunes último a Eluana Englaro, de 38 años y en estado vegetativo desde hacía 17 años a causa de un accidente automovilístico, fue calificado por unos como “asesinato” y por otros, incluido a su padre, como “libertad” de morir.
Parecido a otros casos precedentes, el de Englaro ensanchó aún más el abismo que separa a los detractores de la eutanasia y los que abogan por el derecho a morir con dignidad.
En Italia, el primer ministro Silvio Berlusconi comenzó hace unos días una carrera contrarreloj por evitar que se aplicara la decisión del Tribunal Supremo tomada en noviembre del 2008 por la que se autorizaba a morir a la joven, algo que finalmente no pudo impedir y que ha dividido a la opinión pública italiana.
El presidente Giorgio Napolitano calificó de “inconstitucional” los esfuerzos de Berlusconi, quien clamó: “Eluana no murió de muerte natural, fue asesinada”.
La Iglesia Católica italiana apoyó la ofensiva del Gobierno conservador y acusó a la familia y a las instituciones de cometer un “homicidio”.
Ella no podía hablar, pero su familia sabía que no hubiera querido permanecer en esa situación. Como tutor, su padre, Giuseppe Englaro, podía reivindicar la voluntad de su hija.
“La condena a vivir sin límites es peor que la condena a muerte. En la familia, los tres habíamos dejado clara nuestra posición. Lo hablamos muchas veces. Vida, muerte, libertad y dignidad. Somos tres pura sangre de la libertad. No necesitamos escuchar letanías. Ni culturales ni religiosas ni políticas”, expresó Giuseppe Englaro.
El coordinador de la Asociación Derecho a Morir Dignamente (ADMD), César Caballero, aseguró que si el enfermo o los familiares lo solicitan, siempre en casos irreversibles, los médicos pueden garantizar una muerte digna para el paciente.
“Ante todo somos seres libres”, explicó el doctor Fernando Marín, del ADMD, “y esta libertad también implica la disponibilidad de la propia vida”.
Alicia Latorre, presidenta de la Federación Española de Asociaciones Provida, afirmó, que “nunca puede justificarse la eutanasia y hay que respetar, sin dar el empujón, el momento de la muerte de cada uno”.
Un testamento vital evitaría a los médicos tener que interpretar la voluntad de cada persona. Políticos italianos coincidieron esta semana en la necesidad de aprobar de manera rápida una ley que autorice ese testamento.
Religiones discrepan
“En el budismo, en los casos de enfermedades incurables existe una práctica que consiente el abandono de la conciencia del cuerpo; en el resto de los casos también nosotros hablamos de suicidio”, afirmó el líder tibetano Dalái Lama, respecto de la eutanasia.
La Iglesia Ortodoxa rusa se desmarcó del Vaticano en el caso de Englaro, al juzgar que “en ciertos casos” no es necesario mantener el cuerpo con vida.
El Papa reiteró que “la vida humana es en todas sus fases digna del máximo respeto, pero que lo es aún más durante la ancianidad y la enfermedad”.
Eluana Englaro fue enterrada el jueves último en Paluzza, provincia de Udine, junto con su abuelo paterno, sin funeral.
“Una cosa que sabemos es que el asunto no muere con Terri o Eluana porque hay decenas de miles de personas que viven con el mismo tipo de enfermedad”, le escribió Robert Schindler —padre de Terri Schiavo, a quien se le practicó la eutanasia, en el 2005— en una carta a Giuseppe Englaro.
El espacio para la reflexión sobre una muerte digna para las personas que desean acabar con su sufrimiento seguirá abierto.
información de agencias