Las radicalizaciones de la lucha contra el mal fueron precisamente lo que desconcertó a la opinión pública mundial en el atentado contra el World Trade Center y la caída de cuatro aviones de pasajeros, el 11 de septiembre. Era obvio que, si bien la gran mayoría de los pasajeros serían norteamericanos, era altamente probable que hubiese gente de otras nacionalidades. Incluso —por qué no—, árabes también. Pero en el World Trade Center en Nueva York murieron personas de ochenta países distintos, incluidos mexicanos, hindúes, franceses, jamaiquinos y egipcios. Además de los 50 mil empleados que trabajaban diariamente en el enorme complejo financiero, circulaban decenas de miles de personas —hasta 100 mil por día— que no laboraban allí. Seres humanos de muchos países, no sólo de Estados Unidos. De muchas religiones, no sólo religiones occidentales. Incluidos musulmanes que podían morir.
Los diecinueve secuestradores no tuvieron reparo en atentar contra la vida de un grupo de seres humanos, no sólo potencialmente numeroso, sino étnica y religiosamente plural y que abarcaba obviamente mujeres y —especialmente en los aviones— necesariamente algunos niños. Aun en un contexto de Jihad, la privación de la vida a árabes musulmanes, además de a los grupos ya mencionados que el Corán y el Islam clásico respetan, requiere de algunas explicaciones. Una, la más superficial y a la mano, sería argumentar que eso prueba la falta absoluta de congruencia religiosa. Otra, que es evidencia de que el atentado fue un acto meramente político, y la religión sólo una fachada o pretexto.
PREDESTINACIÓN, PUREZA Y OTRAS DISCUSIONES TEOLÓGICAS
Para apoyar esta postura se ha enfatizado respectivamente, por ejemplo, que dos de los pilotos del 11 de septiembre visitaron la noche previa al ataque, un bar donde consumieron bebidas alcohólicas y había entretenimientos que le están prohibidos a un musulmán.
A esto se puede responder con la vida austera y devota —confirmada con los arreglos funerarios— que dejó Mohammed Atta en una carta-testamento. Esto, en todo caso indicaría que se trata de un grupo mixto compuesto por devotos y gente menos comprometida. Pero no es necesario recurrir a estas comparaciones cuando hay explicaciones consistentes con la estructura doctrinaria de Al-Qaeda. En su esquema hermenéutico, al momento de morir en la Jihad, de cualquier forma todos los pecados les serían perdonados en forma automática para ser trasladados al Paraíso. Esta creencia explica más satisfactoriamente el lapsus de los dos pilotos que un día después se sacrificarían en un acto de fervor, siguiendo instrucciones inteligibles y ad hoc para creyentes devotos.
Existe suficiente evidencia de que, ambos, el Talibán y Al-Qaeda, cuyas diferencias estructurales se enuncian más adelante, pero que establecieron una simbiosis y puntos de acuerdo doctrinales muy importantes, son entidades regidas internamente por dogmas teológicos. En Osama esto es inherente a su naturaleza de converso al pan-islamismo y caudillo de una Jihad. En el Talibán, se debe a sus orígenes. Talibán es el plural de la palabra estudiante; específicamente de aquellos que se preparan en el Corán y la ley islámica, acostumbrados a discutir la aplicación de la Sharia a todos los aspectos cotidianos. Fueron esos estudiantes de escuelas religiosas los que después de años de combate lograron obtener la hegemonía en Afganistán y establecer un gobierno. Rashid43 nos permite un acercamiento a los discursos internos y la preeminencia que se asigna en el interior del Talibán a las cuestiones religiosas.
43 Ahmed Rashid, Taliban: Militant Islam, Oil, and Fundamentalism in Central Asia. (NewHaven: Yale University Press, 2000).
EL MANTO Y EL MULLAH MOHAMMED OMAR
En Kandahar, ciudad que fuera sede y símbolo del gobierno Talibán, se encuentra un templo que alberga un manto que, de acuerdo con una tradición, perteneció al profeta Mahoma. En 1996, para legitimarse espiritualmente, el mullah Mohammed Omar se envolvió en dicho manto e hizo una rara aparición pública vestido así. Algunos testigos afirman que apareció en la ventana de un edificio con el manto que ondeaba por el soplo del viento. Los otros mullahs que se encontraban abajo, en una terraza, le aplaudían extasiados. Ese mismo día, Mohammed Omar fue nombrado por otros miembros del Talibán como líder de los fieles. Este título lo convirtió en el emir de Afganistán y pronto el Talibán renombró el país como Emirato de Afganistán. La ceremonia en Kandahar tuvo un simbolismo muy profundo. Al ponerse la capa de Mahoma, el mullah se reservaba el derecho de dirigir no sólo a todos los afganos, sino a todos los musulmanes. Algunos eruditos y teólogos islámicos protestaron porque título, era una afrenta. Otros protestaron con base en que no había precedente para asumir ese título a no ser que el Ulema del país se lo confirpara muchos musulmanes en distintos países el que un mullah pobre y sin educación, sin estirpe tribal ni vinculación genealógica con Mahoma, asumiera ese iese a su propio líder. El Talibán respondió diciendo que ellos habían cumplido con el requisito coránico de “ahl al-hal o aqd”, que quiere decir literalmente “personas que pueden desatar y amarrar” y por lo tanto tomar decisiones en nombre de la comunidad islámica 44.
Algunos altos dirigentes del Talibán le han dicho a Rashid que el mullah Omar fue elegido líder, no por sus habilidades políticas o militares, sino por su devoción y su fuerte creencia en el Islam. Otros dicen que el mullah fue elegido directamente por Dios 45. En 1994, incluso, el mullah afirmó haber tenido una revelación directa de Dios sobre su futuro.
44 Ibíd.; pp. 20 y 24.
45 Ibíd.; p. 23.
ESTADOS UNIDOS COMO NACIÓN FUNCIONALMENTE POLITEÍSTA
Este escenario no sólo vuelve a traer a colación aspectos mesiánicos y simbólicos muy significativos —en este caso del líder del Talibán—. Subraya también la minuciosidad con que se tratan las cuestiones de legitimidad religiosa. En una cultura en donde la religión es un valor tan primordial, donde se requieren justificaciones con el Corán o la tradición para tomar decisiones, es poco menos que absurdo pensar que no hayan existido discusiones de alto nivel sobre la legitimidad de matar o no a los llamados pueblos del libro en el contexto de una nueva Jihad. Tomando en cuenta la cantidad de nacionalidades que estaban presentes en el World Trade Center, incluidos árabes y musulmanes, esto sería un requerimiento de jure.
Nuestra hipótesis es que necesariamente hubo tales discusiones previas al 11 de septiembre. Las mismas deben haberse centrado en el significado del Islam de respetar la vida de los pueblos del libro. En este caso, una nación de mayoría nominalmente cristiana, Estados Unidos, se habría declarado —y aquí es pertinente de nuevo recordar a Huntington— funcionalmente pagana y politeísta.
Los siguientes puntos apoyan esta hipótesis:
a) El procedimiento es más sencillo que ir en contra de un claro texto del Corán y arriesgarse a perder legitimidad entre los seguidores devotos.
b) Estados Unidos es percibido en gran parte del mundo árabe como una nación idólatra (por su materialismo), profana (por sus actitudes ante ideas de lo sacro), y moralmente disoluta.
c) La reformulación sería utilizada no sólo para justificar la acción bélica, sino para ordenarla de acuerdo al más puro Islam clásico.
d) Tal postura daría prestigio a Al-Qaeda y al Talibán que lo auspiciaba, con importantes sectores de intérpretes puristas, clérigos tradicionalistas, etcétera en las comunidades árabes mundiales.
e) La naturaleza del Islam clásico, a diferencia del cristianismo occidentalizado de hoy, es la orto-praxis. Este último, sin embargo, enfatiza más bien la orto-doxia. El contraste es que una religión enfatiza la práctica como evidencia de fe, y la otra la aceptación intelectual de dogmas correctos. Desde esta óptica, el divorcio entre ética y credo y la inconsistencia entre las acciones y lo que se profesa, son contrarias a la noción misma de religión, en la perspectiva islámica.
f) Los datos biográficos existentes sobre Osama, Al-Sawari, el mullah M. Omar y otros altos dirigentes de Al-Qaeda y el Talibán, indican que se tratan de creyentes altamente comprometidos con su fe. Es improbable que para ellos mismos el Corán y la tradición pudieran ser ignorados.
g) La tendencia orgánica a la homeostasis empuja a individuos y comunidades a resolver la disonancia cognoscitiva46. En este caso la hermenéutica es un instrumento apropiado para lograr esto.
El proceso de reformulación hermenéutica en este caso no estaría dirigido al Corán ni a los hadits, sino más bien a la lectura de la realidad: Estados Unidos es en la praxis un pueblo pagano, idólatra, que además profana un espacio sagrado con sus bases militares en Arabia Saudita. Todos los elementos que harían de la Jihad una lucha legítima y, por ende, un imperativo sacro, estarían allí 47.
46 Para una reflexión sobre la disonancia cognoscitiva en casos de extremismo religioso, véase: Jorge de la Peña y César Mascareñas. “Fanatismo religioso: factores cognoscitivos y neurobioquímicos en los procesos de su génesis”. Revista Académica para el Estudio de las Religiones. (T. IV) México, D.F.: 2002.
47 Motivos de espacio nos impiden tratar el tema de la justificación que se utilizaría en el caso de los judíos, un tema más complejo, y de los niños y mujeres en un contexto de guerra. La aplicación que hacemos al caso de Estados Unidos, sin embargo, puede servir de ejemplo de cómo pueden operar estos procesos hermenéuticos.
Al continuar nuestra tesis de la coherencia interna, pasaríamos ahora a la posible justificación del asesinato de árabes musulmanes que murieron en el World Trade Center y que era prácticamente imposible asegurar que no estarían en los aviones secuestrados.
Esta manera tan peculiar de “prescindir de la existencia ajena” —como dice Lifton en sus criterios sobre grupos totalitarios— para alcanzar un ideal religioso, en este caso la instauración del reino mundial de un Islam sectario y totalitario, tiene sus raíces principales en una teología particular, no en factores económicos y sociopolíticos que juegan un papel secundario. En una cosmovisión religiosa que combina elementos predeterministas incorporados al Islam en el curso de la historia y que son susceptibles de interpretaciones extremas, si todos los actos —buenos o malos— que haga una persona están de antemano predestinados por Dios, entonces es su inevitable voluntad todo lo que suceda. Sin capacidad de elección ni libre albedrío, el ser humano viene a ser reducido a una versión mecanicista. Mohammed Atta y los otros autores del ataque a las torres gemelas de Nueva York fueron adoctrinados precisamente con esta ideología hasta el último momento:
Recuerda que nada de lo que te sucede pudo haber sido evitado y lo que no te ocurrió, jamás pudo haberte pasado. Esta prueba de Dios Todopoderoso es para elevarte y borrar tus pecados48.
En Kabul, Afganistán, el ministro de Educación del Talibán dijo esto a una multitud reunida en la mezquita más grande de la ciudad ante las inminentes represalias militares por los atentados del 11 de septiembre:
La Jihad es el alma del Islam... Nosotros creemos que el tiempo de morir vendrá cuando Alá lo quiera y no hay honor más grande que el morir como mártir49.
Estas ideas fatalistas de la doctrina de la predestinación constituyen eficaces anestésicos para la conciencia, pues todo es inevitable por decreto divino y por tanto no se pudo haber actuado de otra manera. Si un árabe estaba en el vuelo que cayó en Pennsylvania o Washington, era finalmente la inevitable voluntad de Alá que allí estuviera. Más aún, si era un buen musulmán, su muerte era realmente una bendición pues iría después al Paraíso. De esta manera se cierra el círculo y el sistema de creencias continúa manteniendo su consistencia interna.
Estas ideologías van acompañadas de la convicción de que el estado islámico ideal, puro, es tal o cual interpretación y que por tanto es esa versión, y ninguna otra, la que tiene asignada la bendición de Alá.
48 Carta a Mohammed Atta. Op cit.49 Mohammed Muslim Haqqani. Citado en Reuters, Kabul, Afganistán, 21 de septiembre de 2001.
Por ello, ha de ser extendida por medio de esta nueva Jihad, ya que el favor de Alá asegura la victoria sobre obstáculos como la superioridad militar del enemigo, pues se espera una intervención sobrenatural de Dios. En dicha mentalidad tampoco hay lugar para la negociación política con el enemigo, pues es signo de incredulidad en Dios, ni se busca lograr reconocimiento político para obtener dinero y otros beneficios.
De esta manera, la lógica política de Occidente se topa de frente con un adversario que actúa contra toda “lógica política”, pero que es plenamente consistente con su sistema de creencias. En la nueva Jihad se tiene la convicción, pues, de que la causa divina finalmente prevalecerá. Todas las naciones se someterán a una teocracia islámica. Pero ¿cuál versión? ¿La dictadura chiíta-marxista que proponía el ayatolla Jomeini en Irán o la versión totalitaria más reciente del Talibán en Afganistán? ¿O la de Al-Qaeda? La realidad es que el mundo está siendo testigo de radicalizaciones sectarias encabezadas por caudillos teocráticos con una estructura doctrinal muy cohesionada que vuelve a este tipo de agrupaciones extremistas y hasta cierto punto ininteligibles para gente ajena al sistema de creencias.
Dr. Dionisio Llamazares Fernández
Dr. Dionisio Llamazares Fernández