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Antigua Asia Menor. Ver mapa más grande

Asia Menor. Península de Asia occidental, situada entre el mar Negro y el Mediterráneo, llamada antiguamente Anatolia. Por el E su estructura alcanza hasta el Éufrates; su litoral O es vecino del archipiélago Egeo y al NO la separan de Europa los Dardanelos, el mar de Mármara y el Bósforo. Tiene 750 000 km2 y forma una vasta meseta de 600 a 1 000 m de altura con zonas montañosas al N y al S. Políticamente pertenece a Turquía.
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Valle De Los Reyes, Egipto

martes, noviembre 11, 2008

La dimensión trascendente e intencionada en la materia.

Neil Broom, profesor de ciencias materiales de la Universidad de Auckland, Nueva Zelanda, interesado desde hace años en el debate ciencia-Dios, publica en un artículo de la revista The Global Spiral, del Instituto Metanexus, una reflexión sobre la posibilidad o no de que la Naturaleza sugiera la trascendencia.

Según él, los pensadores seculares modernos argumentan en su mayoría que la ciencia moderna ha demostrado que la vida es fruto de un proceso completamente natural, e imprevisto. Y que Dios no tiene nada que ver con dicho proceso.

Sin embargo, y aunque la polarización Dios versus no-Dios sea una de las grandes tensiones de la cultura occidental contemporánea, Broom no pretende reflexionar sobre dicha tensión, sino que se cuestiona si los detalles que la ciencia ha revelado a lo largo de la historia apuntarían realmente a una dimensión trascendente e intencionada en la materia.

La selección natural

Para empezar, Broom se centra en la selección natural, como descripción de las transformaciones biológicas producidas en los genes, y que dan como resultado variaciones en el fenotipo. Esta selección natural, señalan los científicos, es un proceso en el que no existe la inteligencia ni hay implicado un propósito último. Es, simplemente, una fuerza amoral, tan inevitable como la gravedad.

La expresión “selección natural” se ha convertido, según Broom, en una especie de expresión mágica que elimina cualquier atisbo escéptico, como si estuviera llena de poder y de autoridad, y pudiera explicarse con ella cualquier hecho del mundo material. Es por tanto necesario preguntarse, señala Broom, si la selección natural puede ser tan fácilmente reducida a un proceso sin conciencia ni propósito.

Para el autor, incluso aunque sea utilizada de una manera simplista, la “selección natural” representa un proceso verdaderamente intencional que supone – en palabras de Charles Darwin- escudriñar continuamente las pequeñas variaciones del mundo, rechazar lo malo, preservar y sumar lo bueno, trabajar silenciosamente y aprovechar las oportunidades.

Y esto para cualquier organismo en relación con sus condiciones de vida y sus entornos orgánico e inorgánico. Toda esta intención, según algunos científicos, podría provenir incluso de los propios átomos y moléculas.

La complejidad biológica y la intención

Otro tema clave de la biología es cómo los órganos de gran complejidad podrían haber evolucionado. La respuesta suele darse en términos graduales, acerca del poder creativo de pequeños cambios acumulativos que han llevado de una complejidad menor a una progresivamente mayor.

La explicación material de este hecho requiere, incluso para los científicos más materialistas, de la asunción de que los órganos sólo “aceptan aquellas mutaciones que mejoran su rendimiento”, es decir, que existe en ellos una especie de “intención”, que limitaría los caminos a seguir en su propio desarrollo.

Otro aspecto a discutir desde esta perspectiva es la diferenciación entre objetos y organismos. Para Broom, los científicos materialistas han caído en el error de pretender explicar el funcionamiento y desarrollo de los organismos comparándolos con modelos de programas informáticos que tratan de imitar a la biología, pero en los que las opciones de desarrollo se producirían de manera aleatoria (Broom se refiere específicamente a un modelo informático desarrollado por Richard Dawkins para explicar la vida).

La trampa de la lógica

Estas analogías sólo pueden demostrar que los cambios aleatorios producirían una variedad indefinida de formas, que en realidad sólo se parecerían de manera superficial a las formas materiales, vivas o no, cuyos componentes resultan sorprendentemente fieles a las leyes de la química o de la vida y, al mismo tiempo, requieren de una progresión para los pequeñas alteraciones que en ellas se provocan.

Según Broom, los científicos materialistas confunden así los objetos con los sistemas naturales, intencionados y llenos de significado. Éstos últimos parecen más bien el fruto de órdenes, tan cuidadosamente tramados, que hacen pensar en la influencia de un poder o fuerza similar a la de la mente.

Por otro lado, Broom señala que el naturalismo afirma que los sistemas vivos son mecánicos, y por tanto explicables en términos de leyes físicas y químicas objetivas.

Sin embargo, en el momento en que se afirma que la vida es mecánica y, por tanto, reducible a un complejo conjunto de mecanismo bioquímicos inanimados, se cae en una trampa lógica: admitir el mecanicismo en el mundo vivo es admitir la necesidad de condiciones límites que no pueden explicarse por las propias leyes inanimadas.

Observación y dimensión trascendente

El materialismo biológico parece obsesionado, en definitiva, con una economía causal unilateral de influencias completamente materiales. Admitiendo sólo las leyes de un mundo material sin propósito, ofrece así una teoría absurdamente truncada de la vida, que falla al dar cuenta de la propia “vitalidad” del mundo biológico.

¿Por qué los átomos y las moléculas se unen para formar sistemas que rezuman un sentido de propósito y destino? Broom propone un modelo de creación evolutiva que no evitaría salirse de la actividad esencial de Dios, para pasarse al núcleo de los procesos orgánicos.

En otras palabras, escribe el autor, sólo con examinar los hechos revelados por la ciencia nos enfrentamos a una dimensión en la materia relacionada con un elemento “mental”. Por tanto, la observación de la Naturaleza sugiere que en ella existe una dimensión trascendente.

La evolución en contradicción con la Escritura


John Hedley Brook ha sido en los últimos años uno de los historiadores más importantes y finos de las relaciones entre ciencia y religión.
El profesor Brook observa que, aunque el eco de la teoría de Darwin no haya sido desde el principio en Inglaterra tan conflictivo como fue en América, esto no debe inducirnos a pensar que el darwinismo no contuviera consecuencias que, en principio, planteaban serios interrogantes a quienes se habían formado en la visión bíblico-cristiana habitual.

En efecto, “la doctrina de que estamos hechos a imagen de Dios, ¿no implica una especificidad para la especie humana que es difícil de armonizar con el énfasis darwinista en nuestro pasado animal? ¿No es otro problema la interconexión dada en la Escritura entre Jesucristo visto como el “segundo Adán” enviado a redimir la humanidad del pecado del “primer Adán”? ¿Tiene además sentido hablar de la “caída” como un suceso histórico cuando la emergencia de los seres humanos se parece más a un ascenso desde formas primitivas de vida?

Se presenta con seguridad un problema acerca de la acción divina: ¿qué clase de Deidad usaría el método de ensayo y error para producir la humanidad? Este era un auténtico problema para el discípulo de Darwin George Romanes, que contrastaba el tortuoso y sangriento curso de la evolución con lo que hubiera podido esperarse del Dios propio de las más nobles formas de la religión?”.

El problema del sufrimiento se replanteó al considerar los mecanismos naturales darwinistas de la selección natural. El mismo Darwin consideró que el hecho de que hubiera en el mundo tanto sufrimiento era uno de los argumentos más fuertes en contra de la fe en una Deidad benefactora.

Además, “¿podía hablarse de diseño o intención divina si la apariencia de diseño debía descartarse como ilusoria? El problema era aquí, como Darwin explicó a la distinguida botánica de Harvard Asa Gray, que las variaciones dadas en la población de toda especie, sobre las que actuaba la selección natural, no parecían haber sido producidas desde algún tipo de previsión racional. Creaturas que parecían haber sido diseñadas habían sido formadas por la acumulación favorable de variaciones a lo largo de incontables generaciones. Este problema, que según la teoría darwiniana la apariencia de diseño pudiera ser ilusoria, llevó al teólogo de Princeton Charles Hodge a rechazar los mecanismos evolutivos darwinianos por ser en último término ateos”.
John Hedley Brooke se ha jubilado muy recientemente como profesor en la universidad de Oxford, donde ha sido director del Instituto Ian Ramsey para el estudio de las relaciones entre la ciencia y la religión.
Estos problemas teológicos, como observa John Hedley Brooke, no deben ser trivializados, porque efectivamente muestran que entre el darwinismo y la visión bíblico-cristiana tradicional podía abrirse un abismo difícil de franquear.

“Charles Hodge, por ejemplo, no afirmó que la evolución debiera ser rechazada porque estuviera en contradicción con la Escritura, o porque fuera una teoría atea intrínsecamente. Lo que Hodge rechazó como incompatible con la idea cristiana de la Providencia fue específicamente el mecanismo de selección natural. En contraste, Samuel Wilberforce, que era obispo de Oxford y otro de los críticos de Darwin, aceptó que hubiera una cierta selección actuando sobre la naturaleza, un proceso de supervivencia de los más adaptados que previniera el deterioro de la especie, pero que no generara nuevas especies. El mismo Darwin admitió hasta un cierto grado coincidencias con su teoría. En su Descent of Man (1871) afirmó que había sido tan profundamente influido por la creencia teológica de que todo rasgo de una estructura orgánica tenía una función útil que le había sido en extremo difícil renunciar a ella”.

La teoría evolucionista no contiene al ateísmo

John Hedley Brooke considera que para entender la contradicción o coincidencia entre la perspectiva cristiana y la darwinista es conveniente establecer algunas distinciones que pueden ayudar a ponderar los problemas.

a) La primera es una distinción que hizo ya el mismo Darwin: una distinción entre el origen de las especies y el origen primordial de la vida. Darwin no quiso nunca especular sobre el origen de la vida, en parte porque ya en su tiempo las teorías existentes sobre la llamada “generación espontánea” iban acompañadas de un halo de descrédito general. En el Origin of Species Darwin habló de un Creador que habría insuflado la vida primordial de diversas formas. Por ello “fue reprochado por algunos científicos contemporáneos, como el físico John Tyndall, por no haber sido suficientemente naturalista”.

b) Otra distinción importante es entre el darwinismo como teoría científica para explicar cómo emerge una nueva especie en la evolución, y el darwinismo como una cosmovisión en la que intención y sentido quedan excluidos del universo. Según Brooke esta distinción se encuentra en el mismo Darwin.

“Se sentía siempre molesto (Darwin) cuando su teoría era juzgada por criterios que no fueran su éxito en explicar cómo surgían nuevas especies a partir de las ya existentes. En un plano metafísico, siempre arguyó con toda simplicidad que si el nacimiento y muerte de los individuos puede ser explicado sin intervenciones milagrosas (sin que nadie se sienta ofendido), ¿por qué debía ser diferente con el nacimiento y muerte de las especies? En el último capítulo del Origen …, Darwin argumentó a favor de la superioridad de su teoría frente a una teoría de la creación por separado o de actos independientes de creación … Los argumentos de Darwin iban dirigidos primariamente contra esta interpretación de la historia de la vida y no era un ataque a la doctrina de la Creación entendida en su forma clásica (que todo ser depende últimamente en su existencia de un Creador Transcendente)”.

Para John Hedley Brooke, la distinción fundamental es aquí entre una idea de la creación como serie de puntuales intervenciones sobrenaturales en el curso de la historia natural, y una idea de creación como dependencia original y continua de todo lo existente en relación al poder y la voluntad divina. Entre los primeros comentadores de la teoría de Darwin se afirmó incluso que había hecho a la cristiandad el servicio de despedir a un “interviniente” Deus ex maquina, algo así como un “mago”, haciendo transparente en cambio el Dios transcedente del teísmo clásico.

c) Es también importante distinguir entre las diferentes clases de verdad y las formas de comunicación seguidas para su expresión. Leer el Génesis como un reportaje histórico o científico es privarle de su significación humana profunda y cortar el acceso a la verdad que trata de comunicar. Ya Calvino había dicho, observa Brooke, que para aprender astronomía no debía acudirse a la Biblia.

Las verdades profundas que los teólogos han hallado en el Génesis son la dependencia del mundo ante el Creador y la bondad intrínseca de la Creación. También la “caída” de la creación entendida como nuestra negación de la Deidad en el Jardín de Edén. Estas verdades no son “verdades científicas”. Además, nos dice Brooke, como el mismo Agustín dijo, la descripción de la Creación en el Génesis no es un acto puntual, sino un proceso.

d) Hay otra distinción que tampoco debe ser olvidada. Una cosa es describir el “hecho o proceso” de cómo las formas vivientes se han sucedido unas a otras por medio de la evolución de las especies y otra cosa es el “mecanismo” por el que esto se ha producido. “Aparece aquí una auténtica dificultad porque cómo describimos el proceso y cómo reconstruimos las líneas del cambio evolutivo puede estar afectado por la teoría que sostenemos en torno al mecanismo. La distinción básica, es, sin embargo, crucial. Fue ya crucial en los debates inmediatamente post-darwinianos. Por ejemplo, Huxley y Darwin difirieron sobre si las mutaciones repentinas podían ser incorporadas en el proceso. Darwin no se lo permitía. Es interesante advertir, sin embargo, que Darwin incluyó en su mecanismo elementos que hoy describimos como lamarkianos y que fueron más tarde expurgados de la teoría: el efecto de uso y desuso sobre un órgano y los efectos directos del medio en inducir cambios. En su Descent of Man, Darwin precisamente confesó que había dado demasiado peso a la selección natural en la primera edición de su Origin of Species”.

Esta distinción entre “proceso” y “mecanismo” es importante, según Brooke, por tres razones. Históricamente es importante porque los “mecanismos” propios de la evolución fueron objeto de larga controversia en el XIX y parte del XX. Teológicamente es importante porque los cristianos que apoyaron la evolución tendieron a suplementar, o incluso reemplazar, la selección natural por otros mecanismos que les parecían más conformes con el teísmo. Tendencias vitales, por ejemplo, hacia una mayor complejidad, intrínsecas en los organismos, fueron propuestas con frecuencias y atribuidas a un Creador. Una tercera razón es que críticos del evolucionismo se hicieron fuertes al constatar las divergencias entre los mismos darwinianos en la forma de entender los mecanismos precisos de la evolución.

e) John Hedley Brooke hace finalmente otra distinción que consideramos quizá la más importante. “Es la distinción entre consistencia e implicaciones (de la teoría darwinista). De una simple teoría científica pueden extraerse una gran cantidad de significados culturales. Sin embargo, los polemistas –sea a favor de Darwin o de alguna clase de creacionismo– con frecuencia hablan como si un resultado científico particular implicara una conclusión meteafísica o teológica. El conocimiento de la historia de la ciencia puede ayudarnos inmensamente aquí porque el uso de la ciencia para argumentar una posición ideológica frente a otra tiene una larga historia. Ampliamente hablando muchas innovaciones científicas han sido susceptibles de una lectura teísta o ateísta. Mostrar que son consistentes con el teísmo o el ateísmo es un ejercicio instructivo. Pero pretender que implican o contienen una posición más que la otra puede ser seriamente desorientador”.

Para Brooke, muchos popularizadores científicos actuales han tendido a ser ateos y lo que les ha gustado del darwinismo es su fuerza en contra de la fe religiosa. Se refiere al ateísmo retórico de Richard Dawkins, que ya fue ensayado antes por otros científicos en la misma línea. Estos autores no sólo defienden la consistencia del darwinismo, sino que le atribuyen implicar necesariamente una metafísica atea, cosa a todas luces cuestionable y muy difícil de mantener.

“La teoría evolucionista no contiene el ateísmo aunque pueda ser compatible con él. Creer en la aparición independiente de cada especie no contiene la intervención de una Deidad, aunque pueda ser compatible con ella. La controversia podría enfriarse considerablemente si la diferencia entre consistencia e implicaciones fuera más claramente admitida. La moderna teoría evolutiva da cuenta magisterialmente de cómo llegamos a estar aquí e incluso de cómo surgió nuestra conciencia moral”. Pero la consistencia de la teoría evolutiva no implica consecuencias metafísicas o teológicas y puede ser leída de forma diferente. Es lo que hacen teístas y ateístas. Lo incorrecto es querer hacer pasar por “ciencia” las argumentaciones ideológicas o metafísicas, creyendo que se pueden imponer como verdades “científicas”.

Darwin dentro de la lógica teísta inglesa de su tiempo

John Brooke observa correctamente que hay que suponer que la convergencia existe (él habla de common ground) puesto que es un hecho que muchos escritores cristianos la han encontrado y la han aprovechado para su fe.

a) Causas primeras y causas segundas. Cita el ejemplo del teólogo calvinista Benjamin Warfield que creía en la inerrancia de la Escritura y que, sin embargo, estaba abierto positivamente a la idea de la evolución. Warfield, en 1915, comentando la distinción de Calvino (también ordinaria en la filosofía escolástica) entre las causas primarias y secundarias, dice: “Todo lo que ha llegado a ser desde la creación primordial del substrato del mundo – exceptuando sólo las almas de los hombres – ha surgido de una modificación de este substrato del mundo por medio de la modificación de sus fuerzas intrínsecas … Estas modificaciones pertenecen inmediatamente a las causas segundas; y esto no sólo es evolución, sino evolucionismo puro …”.

“Es claro –nos dice Brooke– que pudiera haber una convergencia una vez que se reconozca que la Deidad usa causas secundarias como instrumento de su voluntad divina”. La distinción entre causas segundas y primeras ha sido con frecuencia olvidada, sin atender a que la ciencia conoce las causas segundas y la metafísica apunta a las causas primeras. Newton, por ejemplo, recuerda Brooke, recurrió a Dios para suplir ciertas deficiencias en el sistema gravitarorio, haciéndole intervenir “innecesariamente” en la concatenación de las causas segundas.

Darwin admitió que Dios podría actuar en el mundo por medio de leyes. Su rechazo del Cristianismo en el Origin of Species se fundaba en consideraciones morales: por ejemplo, no admitía la doctrina religiosa de la “condenación eterna”. Pero, en cambio, la idea de un Creador que había producido las leyes de la materia estaba presente en sus obras. Por eso muchos cristianos se habían sentido en parte cómodos en aceptar el evolucionismo. Entre ellos el predicador Frederik Temple, que en 1860 celebraba que el evolucionismo permitía distinguir un Dios-tapa-agujeros de un verdadero Dios activo en la naturaleza.

Muchos pensadores cristianos del tiempo coincidieron en admitir el servicio que el darwinismo había prestado a la fe cristiana, purificándola de la idea de un Dios-tapa-agujeros. Brooke cita a Temple, Kingsley y Aubrey Moore. “Dios fue tan sabio –nos dice Kingsley– que hizo todas las cosas. Pero, ¿no fue Él mucho más sabio al hacerlas para que se hicieran a sí mismas?”.

b) Mayor creatividad divina en un diseño evolutivo. Las ideas presentes ya en los primeros ecos del darwinismo en pensadores cristianos del XIX han sido reformuladas hoy con más fuerza y más precisión. Brooke recuerda que la bioquímica actual ha permitido entender el proceso evolutivo desde sus más básicos mecanismos bioquímicos y moleculares. Esta nueva reformulación del evolucionismo ha llevado a pensadores como Jacques Monod a pensar que los factores de azar en el cambio evolutivo son tan universales que excluyen el lenguaje teleológico. Frente a esta manera de pensar, Arthur Peacocke, como recuerda Brooke, ha mostrado que el diseño de un universo que ha conseguido llegar a los resultados que hoy vemos (el mundo humano en su grandeza) por medio de la compleja combinatoria bioquímica, con el juego los factores de azar y necesidad (Monod) que la ciencia reconoce, es un universo que responde a un diseño de un nivel creativo muy superior.

Por tanto, que la ciencia reconozca la consistencia y efectividad de este proceso bioquímico de azar y necesidad sólo permite argumentar en el nivel de las causas segundas, pero no excluye ni impone (como antes decíamos) que pueda ser atribuido a una causalidad primera de orden divino que en ello mostraría el alto nivel creativo de un diseño evolutivo que alcanza sus fines a través de una compleja concatenación de causas segundas en que intervienen factores primordiales de orden biológico regulados por azar y necesidad. Por tanto, el darwinismo –entendido desde la profundidad bioquímica actual– no sólo ayudaría a un mejor entendimiento del Dios creador cristiano, sino que además permitiría entender mejor la verdadera complejidad y creatividad del diseño divino (causalidad primera) del sistema autónomo de las causas segundas.

c) El darwinismo y la unidad de la naturaleza. Una de las contribuciones de John Hedley Brooke a la historia de las relaciones entre ciencia y religión ha sido mostrar cómo la idea de la unidad de la naturaleza fue vista por el teísmo científico inglés como una señal de la unidad de Dios y de su obra creadora. William Paley, por ejemplo, en su Natural Theology (1802), consideraba que la unidad universal de las leyes de Newton demostraba la unidad de la Divinidad en su obra creadora. Newton mismo había pensado que el argumento para dar a su ley de gravitación un valor universal era la unidad de Dios. Brooke afirma que no es paradójico que la teoría de Darwin contribuya por muchas razones a entender la unidad de la naturaleza. En este sentido, existiría también una nueva convergencia entre darwinismo y teología cristiana. Darwin entraría dentro de la lógica teísta de la ciencia inglesa de su tiempo.

El darwinismo, en efecto, coordinó una enorme cantidad de datos geográficos, fósiles y anatómicos dispersos en una portentosa unidad de sentido. Explicó además la unidad de todas las especies a gran escala desde un mismo origen sobre principios de analogía y economía. Toda la evolución de la vida se vio como aspecto de un único proceso unitario y armónico. En contraste con las teorías de un origen múltiple (poligenismo), el darwinismo aseguró los fundamentos del monogenismo. En el contexto de la controversia con el racismo (favorecido por el poligenismo), cita Brooke a Benjamin Warfield que en 1911, escribiendo en la Princeton Theological Review, “identificó la coincidencia de ortodoxia bíblica y darwinismo: la prevalencia de la hipótesis evolutiva ha removido todos los motivos para negar el origen común de la raza humana”.

d) El sufrimiento. Brooke observa también que la explicación del sufrimiento en el marco evolutivo del darwnismo podría ayudar a los teólogos a entender por qué Dios, al crear un mundo evolutivo, tuvo que aceptar el camino dramático de la evolución por la muerte y la aparición de formas superiores. Nos dice Brooke que “desde el enfoque de algunos comentarios religiosos Darwin habría ayudado en el problema fundamental de la apologética. Este es el problema del sufrimiento, al que Darwin no era extraño. Pero, como él argumentó, si el sufrimiento era algo esperable según el modelo de la selección natural y si la selección natural era el motor de un proceso creativo, quizá sería posible una teología natural mejor construida. Se ha dicho que el problema de los teólogos ha llegado a convertirse en la solución de Darwin. ¿Podría ser la solución de Darwin la solución de los teólogos?”.

“En una perspectiva evolutiva – nos dice también Brooke – se podría argüir que en un mundo en que ha sido posible la emergencia de los seres humanos, es también un mundo en que ha sido posible la aparición de cosas espantosas”. En todo caso, el darwinismo, para el teólogo que admite que el proceso creador de Dios se ha realizado de forma evolutiva, ofrece, en comparación con la teología tradicional, nuevos recursos argumentativos para entender que el diseño divino haya debido incluir los contenidos sangrientos y dramáticos de la evolución.

“Darwin se refirió a su íntima convicción de que un universo tan maravilloso no podía ser sólo producto del azar. Habló de leyes diseñadas pero con los detalles dejados al azar, aunque un pensador tan honesto como Darwin era nunca dejaría de dudar de que sus convicciones fueran verdaderas”.

La relación entre darwinismo y cristianismo

La lectura de John Hedley Brooke nos lleva a una conclusión: el darwinismo no fue leído por muchos de los primeros comentaristas cristianos de su tiempo como una ciencia que presentaba resultados incompatibles con la fe cristiana. Al contrario, ni Darwin fue un opositor al teísmo ni el cristianismo de su tiempo fue un opositor al darwinismo. El darwinismo como tal no suponía compromiso ideológico alguno, ni con el teísmo ni con el ateísmo; Darwin supo mantenerse en su neutralidad, aunque por tradición se inclinó hacia el teismo (al mismo tiempo que también formuló claras críticas a la religión de su tiempo). Lo que se dio en las primeras lecturas cristianas de Darwin debiera ser también hoy el criterio para juzgar la relación entre darwinismo y cristianismo.

A lo expuesto por John Hedley Brooke quisiéramos añadir una consideración importante fundada en la teología de la kénosis. Si nos atenemos al llamado principio antrópico cristiano (una formulación cosmológica de la teología de la kénosis) del cosmólogo sudafricano George Ellis, diríamos que el Dios cristiano es un Dios que ha diseñado la Creación del universo como un diseño para la libertad humana. Dios no se ha querido imponer al hombre, hasta el punto de limitar racionalmente su libertad ante Dios, y por ello ha diseñado un mundo autónomo que evoluciona por sus propias leyes de forma autónoma.

Dios sostiene en el ser ese mundo evolutivo, pero el universo autónomo –aunque pueda revelar la presencia del diseño divino– puede también ser entendido por el hombre de una forma puramente mundana, sin Dios. Los mecanismos evolutivos del darwinismo clásico –y otros aportados por la bioquímica actual– forman parte de ese diseño autónomo de la creación. El diseño racional que el cristianismo descubre en la Creación es un diseño para la libertad en que Dios, al mismo tiempo, se oculta y se revela. Las razones que apoyan creer en este diseño son compatibles con el darwinismo y con todos los otros aspectos de la autonomía evolutiva del universo.

Hoy en día la inmensa mayor parte de los teólogos cristianos, pertenecientes a las más diversas confesiones, admiten el darwinismo. El fundamentalismo en Norteamérica y la promoción actual de versiones radicales del intelligent design son una excepción. En el mundo católico el darwinismo es también igualmente admitido y el evolucionismo fue promovido hace muchos años por Teilhard de Chardin. El papa Juan Pablo II ha hablado también inequívocamente a favor del darwinismo.

Por ello produce verdadera perplejidad intelectual la obra, también mencionada por Brooke, de Richard Dawkins (The God Delusion). La lógica argumentativa de esta obra confunde el cristianismo actual con el cristianismo medieval y en ella se afirma además que el cristianismo es incapaz de asimilar el darwinismo, e intrínsecamente contradictorio con él. Muy al contrario, el darwinismo y otros muchos resultados de la ciencia moderna no sólo son compatibles con el cristianismo sino que han permitido formas más ricas de entender la teología cristiana. No sólo en la teología inglesa del XIX, sino en la actualidad.


Juan Antonio Roldán es miembro de la Cátedra CTR.

La mortalidad y el miedo a la muerte

“No creo en Dios, pero lo echo de menos”. Con esta frase comienza el último libro del novelista británico Julian Barnes, autor de obras como Amor, etc. o Arthur & George.

En él, el escritor, que hoy por hoy se considera agnóstico pero que antes fue ateo, decidió afrontar su miedo a la muerte preguntándose, ¿cómo puede un agnóstico temer a la muerte si no cree que exista una vida después de ésta? ¿Cómo se puede tener miedo a Nada?

Según publica The New York Times, a partir de estas preguntas Barnes ha elaborado una elegante memoria de su vida y una meditación sobre Dios y la tanatofobia, que no dejan indiferentes.

Bajo el título “Nothing to be frightened of” (Nada que temer), la obra es un recorrido por la vida familiar, un intercambio de ideas con su hermano (el filósofo Jonathan Barnes, una reflexión sobre la mortalidad y el miedo a la muerte, una celebración del arte, una disertación sobre Dios, y un homenaje a otro escritor, el francés Jules Renard.

Desasosiego y tanatofobia

Barnes, que padece tanatofobia (miedo a la muerte persistente, anormal e injustificado), piensa diariamente en su muerte o se imagina situaciones en las que moriría, como atrapado entre las fauces de un cocodrilo o en un barco que se hunde.

La muerte le genera un gran desasosiego: teme la disminución de la energía, que la fuente se seque, que se desvanezca la luz. “Miro alrededor, a mis amistades, y puedo ver que la mayoría de éstas ya no son amistades sino, más bien, el recuerdo de la amistad que tuvimos”.

Barnes, que vivió la decadencia de sus padres y su muerte, escribe además “a pesar de que escapamos de los padres en la vida, ellos parecen reclamarnos en la muerte”.

Pero, para el escritor, la fe religiosa no es una opción para todo este desasosiego, y apunta que “no tengo fe que perder… Nunca fui bautizado ni acudí a clases de catecismo los domingos. Nunca he estado en misa… y entro constantemente en las iglesias sólo por razones arquitectónicas”.


Religión moderna

Para Barnes, la religión cristiana ha perdurado únicamente porque es “una bella mentira… una tragedia con un final feliz”. Pero las alternativas modernas a la fe cristiana tampoco le confortan.

El autor habla, por ejemplo, de las terapias como formas contemporáneas de religión. De ellas dice: “el cielo secular moderno de la auto-realización: del desarrollo de la personalidad, de las relaciones que nos ayuden a definirnos, de un trabajo con cierto estatus… la acumulación de aventuras sexuales, de visitas al gimnasio, de consumo de cultura. Todo esto nos acerca a la felicidad, ¿no es cierto? Éste es el mito que hemos elegido creer”.

Barnes sólo encuentra consuelo en la ciencia, que dice: todos estamos muriendo. Incluso el sol. El homo sapiens está evolucionando hacia nuevas especies a las que no les importará quienes fuimos nosotros, nuestro arte y nuestra literatura. Cualquier saber caerá en el completo olvido. Cada autor llegará a convertirse en un autor no-leído.

En definitiva, dice Barnes, las personas pueden temer su propia muerte pero, en realidad, ¿qué somos? Simplemente un conjunto de neuronas. El cerebro no es más que carne y el alma, simplemente, “un relato que el cerebro se cuenta a sí mismo”.

Entrar y salir

En cuanto a la individualidad, ésta no es más que una ilusión. Los científicos ni siquiera han podido encontrar evidencias de la existencia del “yo”, señala Barnes, que es algo que nos hemos contado a nosotros mismos. No producimos pensamientos, sino que los pensamientos nos producen a nosotros. El “yo” al que tanto amamos sólo existe en la gramática.

Barnes afirma, por otro lado, que no exite separación alguna entre “nosotros” y el universo. Somos sólo materia, unidades de “obediencia genética”. La sabiduría, según él, consistiría en asumir esto, y en “no pretender nada más, en descartar el artificio…” De la misma forma que los artistas, cuando llegan a la madurez, se quedan con la simplicidad.

Con estas reflexiones acerca de la mortalidad humana y de la manera de afrontarla se adentra el autor en la edad madura, conversando con sus lectores sobre el miedo más universal, según el Washington Post.

“La muerte es para mí el único aspecto espantoso que define la vida. A menos que uno no esté completamente consciente de ella no se puede llegar a comprender en qué consiste la vida, a menos que se sepa y se sienta que los días de vino y rosa son limitados, que el vino se agriará y las rosas se marchitarán en su apestosa agua antes de que todo sea abandonado para siempre, no habrá contexto para que estos placeres y curiosidades nos acompañen en el camino a la tumba”.

Enfrentarse a la realidad de la muerte es tan impactante, que Barnes asegura envidiar a las personas que lo hacen con fe. Ciertamente, aquéllos que disfrutan del regalo de la fe religiosa cuentan con una ventaja frente a los que no la tienen. El creyente moribundo atravesará, para él, una puerta de entrada, mientras que el resto de los humanos verán en la muerte sólo una puerta de salida.

lunes, septiembre 15, 2008

clik"Los Bin Laden. Una familia árabe en un mundo sin fronteras"

Osama Bin laden
OSAMA BIN LADEN
Nacimiento:
1957
Lugar:
(Yeda)
El 13 de septiembre de 2001, Jason Blum, un antiguo agente de policía que había pasado a trabajar para una empresa de seguridad privada, recibió una llamada de Airworks Inc., un intermediario de Bolsa de Nueva Jersey de operaciones de vuelos chárter. La empresa estaba organizando un vuelo para sacar a miembros de la familia Bin Laden de Estados Unidos, según dijo su representante. Dados los acontecimientos de las 48 horas anteriores, Airworks había decidido contratar a un guardia de seguridad para proteger a la tripulación del avión: el piloto, el copiloto y varios auxiliares de vuelo. No obstante, Blum no tendría permiso para llevar un arma a bordo, debería confiar en su ingenio y su formación en artes marciales.

Blum preguntó qué llevarían consigo los miembros de la familia Bin Laden. ¿Armas, dinero? ¿Los había obligado a marcharse el FBI? El representante del vuelo chárter le aseguró que esas cuestiones estarían resueltas. Blum aceptó el trabajo. Más adelante le dijeron que llegara a una terminal de aviación privada del aeropuerto internacional de Los Ángeles a las siete de la mañana del 19 de septiembre.

Cuando llegó el día, Blum se vistió con traje y corbata y se dirigió en coche al aeropuerto. Allí lo recibieron varios agentes del FBI que lo cachearon y revisaron su bolsa de mano, y luego lo escoltaron a bordo de un Boeing 727. El avión pertenecía a Ryan International, una compañía de vuelos chárter con base en el medio oeste. Anteriormente, el equipo de béisbol Baltimore Orioles y, más recientemente, el equipo de baloncesto Chicago Bulls habían utilizado ese avión en concreto para desplazarse. La cabina era lo bastante grande para que cupieran unos 180 asientos si el avión estuviera destinado a una línea comercial, pero, para adaptarse a los equipos de deportes, estaba equipada con más lujo. Había unos treinta asientos de piel azul muy cómodos y una barra de bar en forma de semicírculo donde los pasajeros podían estar de pie y charlar.

Al entrar, Blum vio que sólo había dos personas a bordo, ambas mujeres. Una se presentó como una agente del FBI. La otra, una mujer de cuarenta y tantos años, vestida con el estilo elegante pero profesional de una empresaria estadounidense, era Najia Bin Laden.

Todos los agentes del FBI se fueron, las puertas del avión se cerraron y Blum se sentó a hablar con Najia. Estaba "visiblemente disgustada" y "temblorosa", según recuerda Blum. Describió la experiencia novedosa de ser cacheada por una agente del FBI antes de subir a bordo, Blum le contó que acababa de pasar por el mismo procedimiento, y se rieron de la situación.

Najia dijo que había vivido durante años en Los Ángeles, en el barrio de Westwood, y que le encantaba California del Sur. Montaba a caballo, jugaba al polo y tomaba clases de vuelo, y no quería volver a Arabia Saudí. Habló de "lo terrible que era aquella situación y lo horrible que era para el nombre de su familia", relata Blum.

Unos días después de los atentados de Nueva York y Washington, siguió Najia, fue a un gran centro comercial en el oeste de Los Ángeles a comprar ropa. La cajera miró su tarjeta de crédito e hizo un comentario despectivo. Más adelante empezó a temer por su vida. Los agentes del FBI habían visitado su casa el 17 de septiembre, y ella les dijo que estaba muy afectada por los atentados suicidas porque "la violencia no es propia del islam".

Najia le dijo a Blum que llevaba treinta años sin hablar con Osama. No podía creer que un miembro de su familia hubiera hecho algo semejante.

Blum le dijo que tal vez al final el culpable resultaba ser otra persona. Le comentó que tras el atentado terrorista de Oklahoma City en 1995, gran parte de las especulaciones iniciales se habían centrado en los extremistas musulmanes, y luego resultó ser una conspiración terrorista local.

Najia le contestó que no, que aquello era obra de Osama.

Tenía un Corán en las manos. Mientras el avión aceleraba por la pista y se elevaba, ella abrió las páginas del libro y se puso a leer.

En algún lugar por encima de Arizona, Blum se asomó a la cabina de mandos para hablar con el piloto, que tenía unos cuarenta y muchos o cincuenta y pocos años. El copiloto era una mujer que dijo haber volado antes con Southwest Airlines. El capitán le preguntó a Blum quién era, para quién trabajaba y por qué estaba en el vuelo.

Blum explicó que antes era policía, pero que en esos momentos trabajaba de guardia de seguridad para proteger a la tripulación.

El piloto preguntó por qué iba a necesitar él seguridad. Sólo iban a recoger a algunos estudiantes universitarios a Florida y a otros a Washington, para luego llevarlos a Boston. Luego preguntó si tenía una lista de los pasajeros.

Blum se detuvo. Sí la tenía, pero estaba llena de nombres Bin Laden, y era obvio que el capitán no había sido informado. No obstante, no le parecía bien mentir a un piloto de avión, sobre todo estando en el aire, así que le entregó el papel.

"El tipo se puso blanco, blanco como la pared", recuerda Blum. Estaba muy enfadado cuando entregó los datos a la copiloto. Se los pasaron unos a otros. Luego sacaron cigarrillos y empezaron a fumar como carreteros. Blum encontró sus Marlboro y se unió a ellos.

El piloto y la copiloto se pusieron en contacto con su compañía de vuelos chárter y le transmitieron una serie de quejas irreverentes. La tripulación le dijo a Blum que no se ofendiera, pero que les preocupaba un poco su capacidad de controlar la situación cuando el resto de los Bin Laden subiera a bordo, en caso de que algo fuera mal.

(...) Luego, los auxiliares de vuelo se dieron cuenta de quién figuraba en la lista de pasajeros. "Se pusieron hechos una furia", relata Blum.

Finalmente aterrizaron en Orlando, a última hora de la tarde según el horario de la costa este. La tripulación del chárter había decidido sus exigencias: como les preocupaba su seguridad y se sentían engañados, no iban a volar más allá de Orlando a menos que les pagaran 10.000 dólares más.

Blum se enteró de que un canal de televisión estaba informando de que un vuelo relacionado con el 11 de septiembre, la noticia no concretaba qué tipo de relación, se estaba preparando para despegar en Orlando. "Genial", pensó Blum. Empezó a preocuparle que algún chiflado apareciera con un rifle a disparar al azar contra ellos en el asfalto o que intentara dispararles desde el cielo.

Salió del 727 para controlar quién y qué subía a bordo. Su plan de vuelo se encontraba en espera indefinida debido a las exigencias de la tripulación. Tres agentes del FBI patrullaban por el asfalto y la terminal.

Blum habló por el teléfono móvil con un jefe de Ryan Air: cuanto más tiempo pasaran en el asfalto, más peligro corrían de convertirse en un objetivo, argumentaba Blum.

Blum vio a un hombre alto, tal vez midiera un metro ochenta, guapo. Lucía un bigote fino. Era igual que Osama Bin Laden, pensó Blum, excepto que llevaba gafas de sol de diseñador y un traje de Bijan de 5.000 dólares.

Jalil Bin Laden se presentó y se disculpó ante Blum, dijo que sentía que fuera necesaria su presencia.

Najia salió y le preguntó a Jalil a qué se debía aquel retraso. Blum se lo explicó: la tripulación de vuelo no estaba informada de su identidad. Uno de los problemas era que les daba pánico volar con ellos; el otro, que querían más dinero. Jalil, exasperado, dijo que les dieran lo que quisieran. "Salgamos de aquí de una vez".

La tarde del 13 de septiembre, el mismo día que habían llamado a Jason Blum por el vuelo de los Bin Laden, el príncipe Bandar Bin Sultan, embajador saudí en Washington, se reunió con el presidente George W. Bush en la Casa Blanca. Fumaron puros en el balcón Truman, con vistas al South Lawn. El número de fallecidos aún no estaba confirmado, pero se sabía con certeza que eran miles. Las imágenes televisivas de los atentados y sus consecuencias, los oficinistas impotentes que saltaban hacia la muerte desde las Torres Gemelas, las caras desencajadas por las lágrimas y cubiertas de polvo de los heridos, los fragmentos de papel y escombros, los improvisados tablones de anuncios repletos de fotos de los desaparecidos... todo estaba aún latente en el país como una corriente chispeante. Era difícil prever lo que significarían aquellos acontecimientos en última instancia para la alianza entre los Gobiernos de EE UU y Arabia Saudí, pero era obvio que se produciría un replanteamiento por ambas partes.

Bandar insistió más tarde en que aquella noche no molestó a Bush con los planes en los que había estado trabajando en la Embajada saudí para evacuar a la familia Bin Laden, así como a las varias docenas de miembros de la familia real saudí y su séquito que vivían en EE UU. (Un grupo de miembros de la familia real había llegado al país antes del 11 de septiembre para comprar caballos purasangre en Kentucky, otros habían ido de vacaciones a California y Las Vegas). Según Bandar, llamó directamente al FBI para obtener permiso para los vuelos chárter que había organizado, y asegurarse de que los ciudadanos saudíes recibían la protección adecuada ante posibles ataques vengativos. "Esas personas estaban repartidas por todo el país, y con el ambiente caldeado de aquel momento nos preocupaba que alguien se dejara llevar por las emociones y les hiciera daño", dijo Bandar. No dijo a quién había llamado del FBI, pero mantenía una excelente relación con el director, Louis Freeh. Tras arreglar las cosas con la oficina, Bandar llamó a Richard Clarke, el director del departamento de antiterrorismo de la Casa Blanca, que le dijo: "No tengo ningún problema si el FBI no ve ningún inconveniente".

Pasados unos tres o cuatro días del 11 de septiembre, Bandar también llamó a Fred Dutton, un abogado de Washington que había ejercido de asesor legal y político para la familia real saudí durante muchos años. Bandar le explicó que algunos hermanos de Osama estaban en Estados Unidos y querían recibir consejo legal. "Hable con ellos para ver si puede ayudarles", le dijo Bandar. Dutton se mostró remiso, pero aceptó.

Dutton era un abogado decano de Washington de pelo canoso, tenía setenta y tantos años, un hombre que cuidaba su reputación y que hablaba con precisión y cautela. Se dirigió al hotel Four Seasons, en el borde de Georgetown, y subió en ascensor a una suite de dos habitaciones. Allí se presentó a Shafiq Bin Laden y Abdullah Bin Laden, el licenciado en derecho por Harvard. Los dos hermanos llevaban traje. Los tres se sentaron a hablar en la zona del salón de la suite.

Shafiq Bin Laden asistía a un congreso de inversores del Carlyle Group en el hotel Ritz-Carlton de Washington, cerca del Círculo Dupont, cuando el vuelo 77 de American Airlines se estrelló contra el Pentágono al otro lado del río Potomac. Abdullah Bin Laden estaba comprando un café con leche en un Starbucks de Cambridge (Massachusetts), cuando las noticias de los atentados aparecieron en la televisión. Luego se dirigió a Washington para encontrarse con su hermanastro, colaborar en los esfuerzos por evacuar a su familia y asesorar en cómo manejar su situación legal.

Los hermanos pidieron consejo a Dutton sobre "qué hacer, cómo actuar en lo que obviamente era una situación muy embarazosa y caótica para la mayor parte del resto de la familia Bin Laden", según recuerda Dutton. Dijeron que no tenían contacto con Osama, no lo habían visto en mucho tiempo y lo consideraban la "oveja negra", según Dutton.

Los hermanos no solicitaron los servicios del mismo Dutton, pero le preguntaron si podía recomendarles letrados que estuvieran dispuestos a aceptar a los Bin Laden como clientes. Querían un despacho de abogados que les asesorara en términos generales, pero que también pudiera ayudarles en cuestiones legales concretas que pudieran surgirle a la familia en EE UU como consecuencia de los atentados suicidas. Las causas civiles presentadas en nombre de las víctimas eran una posibilidad evidente. El Gobierno estadounidense reanudaría sus investigaciones sobre la situación financiera de la familia y otros temas relacionados. Dutton sabía que la familia Bin Laden había trabajado antes con Sullivan & Cromwell, pero los hermanos no dijeron si se habían puesto en contacto con el despacho, cuya sede en Nueva York estaba cerca del World Trade Center, ni qué había sucedido con su consulta si la habían realizado.

Dutton recuerda que "intentó arrojarles un jarro de agua fría" diciéndoles que no creía que en aquel momento una representación legal sirviera de ayuda real a la familia Bin Laden, ya que era demasiado pronto y los sentimientos estaban a flor de piel, pero aceptó investigar el tema.

Los días siguientes, Dutton llamó a algunos abogados de prestigio de Washington para sondearlos. No iba a implicar a gente que no conociera con llamadas en frío. Por las conversaciones que mantuvo dedujo: "No es el momento, no se puede hacer".

Llamó a los Bin Laden y se lo contó. Les dijo que no creía siquiera que tuviera sentido organizar reuniones de sondeos. Les insinuó que retrocedieran y "dejaran pasar un tiempo de respiro". Asimismo, les aconsejó que evitaran trabajar con los abogados que estuvieran dispuestos a aceptar su caso en aquel ambiente, al final resultarían ser jactanciosos y no ayudarían a la familia. Dutton tenía la sensación de que la propuesta "no tenía la más mínima posibilidad".

Shafiq y Abdullah también se reunieron en Washington durante aquellos primeros días después del 11 de septiembre con Chas Freeman, el anterior embajador estadounidense en Arabia Saudí que había entablado relación con Bakr. Tras abandonar el Gobierno, Freeman era presidente del Consejo para la Política de Oriente Próximo de Washington, al que los Bin Laden hicieron aportaciones económicas durante muchos años. También negociaba tratos comerciales en Arabia Saudí y otros lugares del extranjero. Los hermanos le contaron a Freeman que estaban recibiendo una serie de amenazas terribles. La respuesta del FBI había sido "solícita y amable", y ellos habían intentado ser útiles al contestar a sus preguntas sobre la historia familiar y la situación de Osama en ella, pero, dadas las circunstancias en Estados Unidos, los Bin Laden que aún permanecían en el país tenían la sensación de estar bajo la protección del FBI.

Hablaron con Freeman sobre el problema de las relaciones públicas de la familia. Después de que Osama declarara la guerra a Estados Unidos, los Bin Laden habían contratado a un antiguo periodista de The Wall Street Journal, Timothy Metz, que había creado su propia agencia de comunicación en Nueva York, pero era sobre todo un mero canal de contacto con los medios estadounidenses; les transmitía las preguntas de los periodistas y les pasaba recortes sobre los Bin Laden de la prensa. Freeman aconsejó a Shafiq y Abdullah que contrataran a alguien con experiencia concreta en gestión de comunicación de crisis. Consideraba que los despachos de abogados no eran los asesores ideales en una situación así porque tenían una orientación distinta. Los hermanos Bin Laden dijeron que reflexionarían sobre la idea de Freeman. (...)

Cuando el primer avión se estrelló en el World Trade Center, Yeslam Bin Laden se dirigía al aeropuerto de Ginebra con un amigo. Su teléfono móvil sonó: otro amigo, un banquero de inversiones norteamericano de Nueva York, le contó la noticia. Al principio, Yeslam pensó que era un accidente, que un avión había perdido la ruta de alguna forma. Su amigo volvió a llamarle pasados unos minutos para informarle del segundo choque. Yeslam declaró más adelante que entonces supo que no se trataba de un accidente, pero que aun así no se le ocurrió pensar que su hermanastro estuviera implicado. Le parecía "demasiado sofisticado" para ser obra de Osama. "Nunca pensó ni por un segundo" que Osama "pudiera estar solo en aquel asunto".

Yeslam fue al hotel de Ginebra donde se alojaban su madre y su hermano Ibrahim, que estaban de visita. Vieron las noticias y oyeron mencionar a Osama como sospechoso de ser el cerebro de los atentados. Su madre cayó enferma de la tensión y tuvieron que llamar a un médico.

Al día siguiente por la mañana, la policía suiza llamó por teléfono. Le pidieron a Yeslam que acudiera para una entrevista. En su día, cuando Yeslam había solicitado la nacionalidad suiza, los investigadores suizos ya le habían interrogado sobre la historia familiar y su relación con Osama. En aquel momento querían formularle las mismas preguntas en mayor profundidad. La sesión duró varias horas, según Yeslam. Ese día decidió enviar un comunicado por escrito desde Ginebra: "Estoy impactado por el atentado terrorista criminal que mató a gente inocente ayer. Me gustaría expresar mi más sentido pésame. Toda vida es sagrada y condeno todos los ataques contra la libertad y los valores humanos. Mis pensamientos y mi profunda compasión están con las víctimas, sus familiares y el pueblo estadounidense".

Era la primera y más extensa expresión de condolencia de un miembro de la familia Bin Laden sobre el 11 de septiembre. (...)

Yeslam voló a Cannes (Francia) para encontrarse con Bakr y otro hermano Bin Laden el primer fin de semana después de los atentados. Comentaron "la posibilidad de llevar a todo el mundo de vuelta a Arabia Saudí" para reagruparlos.

La reacción de Bakr a los atentados parecía cautelosa. No realizó ninguna declaración en nombre de la familia, ni concedió entrevistas a los medios ni hizo ningún comentario público durante toda una semana. En aquel momento, la oficina de Bakr emitió un breve comunicado por escrito en nombre de la familia Bin Laden, firmado por su tío, Abdullah, el hermano anciano de Mohamed. El comunicado expresaba "la firme denuncia y condena de aquel desgraciado incidente, que causó la pérdida de muchos hombres, mujeres y niños inocentes, y que contradice la fe islámica".

En privado, Bakr era más franco. Sabry Ghoneim, el asesor de comunicación de la familia en Egipto, recuerda que Bakr le dijo: "Es un acto criminal. Si Estados Unidos busca venganza, está en su derecho, porque es el precio a pagar por la gente que ha muerto". No era una forma de expresarse nueva cuando Bakr hablaba de Al Qaeda en privado. (...)

En cambio, el tardío comunicado autorizado por Bakr siguió lo que se había convertido en la política del Gobierno saudí. Durante los primeros días y semanas después del 11 de septiembre, los príncipes y portavoces saudíes denunciaron la terrible violencia de aquel día, expresaron su compasión por las víctimas y dijeron que los atentados contradecían los principios del islam. No obstante, los manifiestos saudíes por lo general no hacían referencias concretas a Osama, a Al Qaeda ni a la nacionalidad saudí de 19 de los secuestradores del 11 de septiembre. De hecho, en diciembre de 2002, el príncipe Nayef, ministro de Interior, que había tenido una larga relación con Osama y los Bin Laden, aún se negaba a reconocer que los secuestradores fueran saudíes e insinuó que el 11 de septiembre había sido una conspiración sionista destinada a desacreditar a los musulmanes. (...) Las palabras de Nayef corrieron en los círculos políticos y en los medios de comunicación estadounidenses como un gas tóxico lanzado desde una cueva sellada hace tiempo.

Algunos saudíes celebraron los atentados del 11 de septiembre. Saad al Faqih, el disidente exiliado, a?rmó que corrían mensajes de texto en los móviles por todo el reino diciendo "Felicidades" y "Oremos por Bin Laden", y que se mataron ovejas y camellos para los banquetes de celebración. Se puede cuestionar la credibilidad de Faqih porque no se encontraba en el reino saudí, pero otros que sí estuvieron allí reconocen que la celebración era por lo menos un elemento de la reacción popular inicial. La alegría se mezclaba con el miedo a las represalias contra los árabes y musulmanes, además de la confusión sobre cómo podía haber llevado a cabo una conspiración tan ambiciosa un grupo suelto de individuos con base en Afganistán. La inverosimilitud de los atentados era interpretada por mucha gente como una prueba empírica de la implicación sionista. En el fondo de esa reacción se encontraba el sentimiento de agravio hacia Estados Unidos e Israel alimentado por muchos árabes, aunque la mayoría no tuviera un contacto significativo con ninguno de esos países. Los medios y Gobiernos árabes cultivaban ese discurso en parte porque desviaba la rabia por los fracasos locales. El 11 de septiembre exacerbaba todas esas percepciones. (...)

Bassim Alim, un abogado de Yedda relacionado por su matrimonio con la familia Bin Laden, resumía la típica actitud saudí: "Aunque no apruebo lo que ha hecho Osama, no voy a llorar por los corazones rotos de las madres, las hijas y los padres estadounidenses [...] Tal vez lo que hizo estuvo mal, pero es la justicia divina, la manera que tiene Dios de ayudarnos. A veces ocurre que un criminal mata a otro criminal: es la manera que tiene Dios de impartir su propia justicia". Tras los atentados de Nueva York y Washington, dijo Alim, asistió "a muchos eventos y reuniones sociales con gente de distintas clases sociales, fueran extremistas liberales o extremistas religiosos, y se compartía esta idea: 'Osama ha destruido nuestra imagen. [... ] Pero, al fin y al cabo, los estadounidenses se lo merecen". (...)

El 19 de septiembre, mientras el avión que llevaba a Najia y Jason Blum volaba hacia Orlando desde Los Ángeles, agentes del FBI escoltaron a Jalil y su familia al aeropuerto internacional de Orlando. Entre los viajeros se encontraba Isabel, la esposa de Jalil, y su hijo Sultan. Los agentes del FBI interrogaron a los pasajeros que embarcaban y examinaron su equipaje.

Jalil salió a la pista, allí se encontró con Jason Blum y se enteró de la revuelta de la tripulación del vuelo (...)

Blum gastó la batería de su móvil hablando con Bob Bernstein, el ejecutivo de Ryan Air a cargo del vuelo chárter, intentando resolver con él las exigencias monetarias de la tripulación. Blum y Bernstein bromearon por teléfono con que ellos sólo eran dos judíos que intentaban sacar a la familia Bin Laden del país. Al final solucionaron la cuestión económica, básicamente cediendo a las peticiones de la tripulación, según Blum.

El piloto y la copiloto volvieron a subir a bordo, los Bin Laden ocuparon sus asientos y despegaron hacia el aeropuerto internacional Dulles de Washington. En una terminal de aviación privada se encontraron con Sha?q y su ejecutivo financiero afincado en Londres, Akber Moawalla, que le había acompañado a EE UU para asistir a la reunión del Carlyle Group el 11 de septiembre.

También embarcó en el avión de Washington Omar Awad Bin Laden. Al parecer, una vez había compartido un discurso con el Abdullah Bin Laden que dirigía la oficina local de la Asamblea Mundial de Jóvenes Musulmanes. (...) De todos los pasajeros del vuelo Bin Laden, Omar es el único que se sepa que podría haber tenido relación con las prédicas o la organización islamista. Sin embargo, por extraño que parezca, Omar fue uno de los pocos pasajeros del chárter a los que el FBI no interrogó.

A medida que con cada parada el número de miembros de los Bin Laden a bordo del 727 aumentaba, en la cabina cada vez se respiraba más un ambiente de reunión familiar triste, recuerda Blum. Algunos de los Bin Laden a bordo hacía mucho tiempo que no se veían y se saludaban exaltados. Otros lloraban y se mostraban visiblemente disgustados. Unos tomaban té o refrescos en la barra. Casi todos fumaban nerviosos. (...)

Mientras el avión volaba hacia su salida definitiva del espacio aéreo estadounidense, daba la sensación de que los Bin Laden podrían estar abandonando EE UU para siempre, o como mínimo por mucho tiempo. Najia y Jalil comentaron a Blum que tal vez tendrían que cambiarse el nombre si regresaban algún día.

En Boston embarcó un grupo de estudiantes universitarios de la tercera generación de la familia. Uno era Nawaf, el primogénito de Bakr; otro, Salman, el hijo de Salem, estudiante en la Universidad de Tufts. Unos doce miembros más jóvenes de los Bin Laden subieron al avión en Boston, y muchos tenían un aspecto y un acento muy estadounidenses. Uno de los estudiantes varones comentó que acababa de empezar el segundo curso en la universidad y que por fin había conseguido un documento de identidad falso de cierta calidad para poder salir a discotecas y bares con sus amigos, y que no le iba a servir de mucho en Arabia Saudí. (...)

El FBI realizó su última inspección en el avión en el aeropuerto internacional Logan de Boston, comprobó el equipaje y habló con los pasajeros. El piloto y la copiloto desembarcaron y subió una nueva tripulación. En teoría, Blum debía abandonar el avión en Boston, pero Najia y Jalil le pidieron que se quedara todo el viaje hasta París, y él aceptó. Al final despegaron y abandonaron el espacio aéreo estadounidense. Debido a la limitada autonomía del 727, iban a reponer combustible en Nueva Escocia, y luego en Islandia, antes de llegar a Francia, pero al fin EE UU quedaba atrás.

2. El refugio

Egipto se convirtió en un centro de recuperación y santuario para los Bin Laden tras el 11 de septiembre. Estaba la granja de Jaled y sus otras propiedades en El Cairo y los alrededores, así como otras casas unifamiliares y fincas propiedad de otros hermanos de Bakr. Allí se encontraba la isla Bin Laden y el complejo turístico independiente propiedad de Bakr en Sharm el Sheikh, en el mar Rojo. Como Beirut, Egipto ofrecía un respiro de la humedad puritana de Yedda, pero sin las complicaciones que surgían al cruzar fronteras o utilizar tarjetas de crédito en Europa o EE UU. Era un país activo y acogedor, un lugar donde tanto el sector de la familia de la mezquita como el del Hard Rock Cafe podían relajarse.

También ofrecía la distracción del trabajo. La filial Bin Laden en Egipto empleaba unas mil personas y había logrado varios contratos de obras en el aeropuerto de El Cairo y Sharm el Sheikh después de 2002. Dichos proyectos contaban con el apoyo parcial del Banco Mundial, que ofrecía una aprobación visible de la legitimidad de las empresas familiares. La violencia de Osama obligó a realizar un ajuste: el Gobierno egipcio pensaba que si las señales de construcción repartidas por dos de sus aeropuertos internacionales más importantes llevaban el nombre Bin Laden, los turistas extranjeros podrían sentirse confusos y preocupados, así que la filial local cambió el nombre por Al Murasim.

A finales de 2005 estaba claro que los Bin Laden no sólo iban a sobrevivir a Osama, sino que tal vez prosperarían como nunca. La familia real saudí permaneció a su lado y garantizó la continuidad de su prestigio como los constructores de edificios más importantes de La Meca y Medina. El rey Fahd murió en el verano de 2005, pero Bakr ya había cultivado las relaciones con su sucesor, Abdullah. Los Bin Laden se apresuraron a reunirse en Riad ese verano para jurar lealtad al nuevo rey. En vez del inicio de un nuevo periodo de incertidumbre para los Bin Laden, el ascenso de Abdullah prometía nuevas oportunidades. Los Bin Laden no sufrían reacciones violentas políticas en Arabia Saudí. Como gran familia con su oveja negra correspondiente, los Al Saud actuaron según sus principios apoyándoles, pero Abdullah también lanzó un mensaje subliminal al mundo islámico: la familia real saudí no aprobaba la conducta de Osama, pero no iban a clamar venganza contra él ni su familia, como a veces ocurría con las familias de disidentes en el mundo árabe. Como siempre, los Al Saud necesitaban los conocimientos de los Bin Laden. Entretanto, la guerra de Irak degeneraba, los precios del petróleo subían por encima de los 70 dólares el barril y la construcción vivía un momento de auge en el reino saudí y el vecino Dubai. Se anunciaban nuevos rascacielos de apartamentos y oficinas, centros comerciales, autopistas, mezquitas y aeropuertos; hasta una constructora inexperta y mal organizada prosperaría en ese ambiente. (...) Los Bin Laden gozaban de una excelente posición para lucrarse.

El impulso de modernizar e internacionalizar las empresas familiares, supervisadas por Bakr y Yahya, había cosechado un gran éxito. Tal vez los hermanos ingenieros no fueran tan glamurosos ni divertidos como Salem, pero, tras muchos años de arduo trabajo, habían situado a los Bin Laden en posición de disfrutar de una riqueza constante y segura, y habían conseguido traspasar la fortuna familiar intacta a través de varias generaciones. (...)

Yahya Bin Laden dijo a finales de 2005 que esperaba que el número de empleados de las empresas Bin Laden aumentara de 35.000 a unos 75.000 durante la década siguiente mientras la riqueza del petróleo siguiera repercutiendo en la región del Golfo. Esperaba seguir diversi?cando las empresas familiares para que los contratos de construcción tradicionales pudieran generar en última instancia sólo un cuarto de los ingresos de los Bin Laden. Citó un dicho árabe: "La primera generación gana dinero, la segunda intenta conservarlo y la tercera lo derrocha". (...)

Cuanto más tiempo pasaba tras el 11 de septiembre, menos importancia parecían tener los atentados para el futuro de la familia. En Estados Unidos, las familias de las víctimas presentaban demandas, unificadas bajo el título In Re Terrorist Attacks On September 11 [Sobre los atentados terroristas del 11 de septiembre], donde se mencionaba el Saudi Bin Laden Group, y a cuatro hermanos Bin Laden (Bakr, Omar, Tariq y Yeslam) como acusados. Una de las demandas alegaba que, "bajo el control de Bakr Bin Laden", el Saudi Bin Laden Group había "proporcionado importante material de apoyo y ayuda a Al Qaeda". Los Bin Laden contrataron a Jones Day, un gran despacho de abogados estadounidense cuyas o?cinas en Washington ocupaban un edi?cio de granito frente al Capitolio, para que llevara la defensa de la familia. Las facturas en servicios legales que pagaron los Bin Laden en ésta y otras cuestiones relacionadas enseguida superaron los 10 millones de dólares, según lo que Bakr le dijo al Gobierno saudí, pero fue un dinero bien invertido: a principios de 2005, el juez de distrito Richard Casey de Nueva York desestimó la acusación contra los Bin Laden como demandados según fundamentos jurídicos. Permitió que se siguiera investigando si el Saudi Bin Laden Group podría haber tenido una actividad importante en Estados Unidos para justificar su inclusión en la demanda, pero como mínimo pasarían años hasta que la demanda considerara la relación de la empresa con Osama, si es que había alguna.

Desert Bear salió a la venta hacia 2004 por unos cuatro millones de dólares, más de veinte años después de que Salem comprara la finca y aterrizara con sus helicópteros en el césped. Como la propiedad y titularidad la tenía en Florida una corporación liberiana, el comprador no podía adquirir el terreno o la casa directamente, sino que debía hacerse con acciones al portador transferibles en la empresa liberiana y luego intentar demostrar la titularidad a las autoridades de registro de propiedad de Florida, según varias personas que preguntaron sobre la cotización de la propiedad. A los compradores potenciales se les dijo que tendrían que transferir o entregar dinero en el extranjero para comprar el control de la empresa liberiana, ya que los Bin Laden no querían ir a EE UU a cerrar la transacción. Los interesados que resistieron en esas negociaciones pensaban subdividir la propiedad y construir casas residenciales. Era un final triste para la excepcional historia de la finca. (...)

A medida que se reducía la presión sobre la familia, Bakr prosperaba. Tomó como tercera esposa a una mujer mucho más joven, menor de 20 años cuando él la conoció, y se casó con ella hacia 2004. Bakú introdujo más ocio en su agenda: pasaba las vacaciones en una isla privada de las Maldivas, visitaba un complejo turístico en Bali, se relacionaba con otros hombres de negocios ricos de Arabia Saudí, propietarios de yates, en Beirut; asistía a espectáculos aéreos en Dubai, y charlaba durante horas con colegas sobre los últimos modelos de jets privados. La seguridad de Bakr parecía ser un reflejo de la de Arabia Saudí: el torturador del reino, Sadam Husein, estaba condenado a la horca, Osama estaba escondido y los atentados de Al Qaeda dentro de Arabia Saudí, aunque en ocasiones resultaban inquietantes, eran poco más que un fastidio; los precios del petróleo estaban por las nubes, los planes políticos y de sucesión de Arabia Saudí eran estables, y seguro que EE UU tendría cuidado con formular amenazas desde Irán. ¿Qué tenían que temer?

En La Meca, el corazón del islam y centro de la fortuna Bin Laden, la York International Corporation de Pensilvania instaló durante 2005 un complejo de unidades de aire acondicionado industriales, o refrigeradores de agua, en una colina de roca volcánica llamada Jabal Qala, o Montaña del Castillo. Era el proyecto de instalación de aire acondicionado industrial más grande realizado por York desde el proyecto de la mezquita del Profeta en Medina que habían emprendido en asociación con los Bin Laden. En aquella ocasión no se trataba de un santuario religioso refrigerado en el desierto, sino de un proyecto de apartamentos y un hotel de siete torres que daba a la Gran Mezquita de La Meca. Según un ejecutivo de York, cuando se terminó, el proyecto de La Meca superaba al de la mezquita del Profeta como el sistema de aire acondicionado más grande del mundo.

Durante el último boom del petróleo, todos los hombres de negocios del Golfo con beneficios en propiedades o un bono empresarial que gastar codiciaban un apartamento con vistas a La Meca. En 2005, la fiebre de las propiedades en la ciudad santa rivalizaba con la de South Beach en Miami. Al principio, los Bin Laden pensaron que no se iban a molestar con el tiempo y los gastos que suponía vender unidades individuales de apartamentos en la Montaña del Castillo, así que vendieron una torre entera a inversores de Kuwait. Cuando supieron los precios de venta que estaban alcanzando los apartamentos del edificio, los Bin Laden (...) decidieron que en un futuro "venderían ellos mismos al detalle todos los apartamentos" para potenciar al máximo los beneficios.

Con la familia Faqih, otro grupo empresarial saudí con una oveja negra que vivía en el exilio, los Bin Laden planearon un proyecto de una torre de apartamentos todavía más ambicioso en la montaña Omar, con vistas a La Meca, un proyecto que requería eliminar la cima volcánica de la montaña para poder construir. Este desarrollo contemplaba la construcción de cuatro torres, cada una de unas treinta plantas, con cien ascensores y un total de más de 4.600 apartamentos. Habría un hotel de cinco estrellas, un centro comercial y aparcamiento para 2.000 coches. La evolución comercial, en expansión y rentable, de los lugares santos del islam había llegado a su punto culminante, y los Bin Laden participaban en todos los proyectos más ambiciosos.

También eran socios en el proyecto Ciudad Económica Rey Abdullah, anunciado a finales de 2005, cuando los precios del petróleo subieron por encima de los 50 dólares el barril. El nuevo rey se apropió de terreno sin explotar a lo largo de toda la zona norte del mar Rojo en Yedda y anunció una ciudad diseñada para rivalizar con Dubai. Abdullah declaró que el proyecto costaría unos 27.000 millones de dólares. Tenía pensado crear el puerto Millenium, que haría la competencia a los puertos comerciales más grandes del mundo; vías ferroviarias de alta velocidad y aéreas que conectaran el resto del país; un distrito industrial de plantas petroquímicas y de otro tipo; un complejo turístico junto al mar que atrajera a los turistas, coronado por el primer campo de golf de 18 hoyos de primera clase en el reino saudí; una isla financiera con dos torres de oficinas que se elevaran con 60 o más plantas hacia el cielo, una zona educativa llena de universidades modernas y, por supuesto, más apartamentos. (...) Para las empresas Bin Laden, sólo la construcción tendría "un alcance absolutamente colosal".

"Para las carreteras que quedan por delante" era el titular de un anuncio de autopromoción del Saudi Bin Laden Group en The Washington Post a finales de 2005. "Puede que la construcción sea el centro de nuestra actividad, pero nuestros intereses también se extienden al mundo de los medios de comunicación, la venta al por menor, los proyectos industriales y las telecomunicaciones. Todo forma parte de nuestro proyecto para garantizar que Arabia Saudí siga siendo un centro moderno y dinámico de su región en el siglo XXI".

Al parecer no había ningún aspecto de la segunda ola de proyectos de modernización de Arabia Saudí del que los Bin Laden no sacaran un gran beneficio. Incluso el inestable ambiente de seguridad del reino les ofrecía oportunidades. En mayo de 2003, las células de Al Qaeda dentro de Arabia Saudí perpetraron una serie de atentados, la mayoría poco efectivos, contra el Ministerio de Interior, propiedades estadounidenses en las zonas petrolíferas y el consulado de EE UU en Yedda. Saad, hijo de Osama Bin Laden, exiliado en Irán, fue acusado de haber participado en la organización de los atentados. Las fuerzas de seguridad saudíes (...) lanzaron ofensivas violentas contra los sospechosos de ser simpatizantes de Al Qaeda. Cientos de islamistas cayeron en redadas (...). En abril de 2006, el Gobierno saudí anunció un proyecto urgente de construir nueve cárceles nuevas en todo el país en doce meses. El contrato de construcción se concedió al Saudi Bin Laden Group por un valor estimado de 16.000 millones de dólares.

Este texto pertenece a dos capítulos del libro 'Los Bin Laden. Una familia árabe en un mundo sin fronteras', que acaba de ser editado en España por RBA.

sábado, septiembre 06, 2008

Visión sobre el Papa Pablo VI

Giovanni Battista Montini había nacido en 1897 en el norte de Italia. Recibió la llamada al sacerdocio y dio su sí generoso. Dios permitió que su camino estuviese marcado por una salud enfermiza, pero ello no le impidió llegar a recibir la ordenación sacerdotal en 1920.
Sufrió intensamente los años difíciles que vivía Italia después de la I Guerra Mundial. La juventud y la sociedad soportaba el calvario producido a causa de las disputas y luchas entre socialistas, laicistas y fascistas. La dictadura de Mussolini le llevó a grandes dolores, sobre todo al ver cómo la Iglesia era sometida a presiones e injusticias de todo tipo.
En 1923 fue enviado a trabajar en la nunciatura en Varsovia, pero pronto regresó a Roma, y pudo colaborar con el Papa Pío XI en diversos encargos. La colaboración continúo durante el pontificado de Pío XII, primero en los años difíciles de la II Guerra mundial, luego en la postguerra.
Tomó como nombre el de Pablo. Y como Pablo empezó una tradición que era también una aventura: los viajes internacionales para predicar el Evangelio. Europa, Asia, África, América, Oceanía, pudieron ver al Papa más de cerca, y escuchar de sus labios una confesión continua y ardiente de amor a Jesucristo. La tradición y la aventura se hicieron una praxis “normal” con Juan Pablo II, y siguen, en la medida en que se lo permite su edad y su saludo, con Benedicto XVI.
Fue nombrado por el Papa pro-secretario de Estado, y en 1954 recibió la misión de ser arzobispo de Milán. Allí permaneció casi 10 años. El Beato Juan XXIII lo hizo cardenal en 1963. Además, participó activamente y a veces de modo decisivo en las discusiones del Concilio Vaticano II.
Tras la muerte de Juan XXIII, Montini fue al cónclave, y ya no pudo regresar a su amada diócesis de Milán: había sido elegido Papa.
En su viaje a Filipinas (noviembre de 1970) explicó el sentido de sus viajes apostólicos, que coincidía plenamente con el de corazón de san Pablo:
“¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio! Para esto me ha enviado el mismo Cristo. Yo soy apóstol y testigo. Cuanto más lejana está la meta, cuanto más difícil es el mandato, con tanta mayor vehemencia nos apremia el amor. Debo predicar su nombre: Jesucristo es el Mesías, el Hijo de Dios vivo; él es quien nos ha revelado al Dios invisible, él es el primogénito de toda criatura, y todo se mantiene en él. Él es también el maestro y redentor de los hombres; él nació, murió y resucitó por nosotros”.
Fue especialmente emocionante su viaje a Tierra Santa (enero de 1964), en el que llegó a mezclarse literalmente entre una multitud confusa y fervorosa de cientos de personas que quería estar cerca del Papa.
Otro momento clave de su pontificado fue el abrazo fraterno con el patriarca de Constantinopla, Atenágoras I, el 7 de diciembre de 1965 (un día antes de clausurar el Concilio Vaticano II). El abrazo estaba unido a una declaración conjunta que levantaba las condenas entre católicos y ortodoxos.
Pablo VI publicó documentos importantes para la vida de la Iglesia. Presentó las líneas generales de su pontificado en su primera encíclica, Ecclesiam suam (1964), en la que, entre otros temas, explicó el verdadero sentido del diálogo y su necesaria vinculación con la verdad. Habló del sentido genuino del matrimonio y de los peligros del uso de los anticonceptivos en la encíclica Humanae vitae (1968). Defendió la justicia social y el correcto sentido del desarrollo en otra encíclica, Populorum progressio (1967). Expuso el sentido de la catequesis y de la evangelización en la exhortación postsinodal Evangelii nuntiandi (1975). Habló de la devoción a la Virgen María en la exhortación Marialis cultus (1974). Defendió y refrendó la validez del celibato en la encíclica Sacerdotalis caelibatus (1967).
En 1978 sufrió en lo más íntimo de su corazón el drama de un amigo personal, Aldo Moro, un importante político italiano que había sido secuestrado por un grupo terrorista de izquierdas. Pablo VI imploró en público, con la emoción en la garganta, su liberación. Su súplica no fue acogida, y su amigo fue vilmente asesinado por los terroristas.
Ese año desembocó en el final de su camino terreno. Muchos recordamos aquel domingo 6 de agosto de 1978 en el que se sucedían las noticias sobre la salud de Pablo VI, hasta que antes de la noche el mundo supo que el Papa había muerto.
Valgan, como recuerdo de su persona y de su pontificado, unas líneas de una meditación manuscrita del Papa Montini y publicada sólo un año después de su muerte, en las que expresa su profundo amor a Cristo y a la Iglesia.
“Ruego al Señor que me dé la gracia de hacer de mi muerte próxima don de amor para la Iglesia. Puedo decir que siempre la he amado; fue su amor quien me sacó de mi mezquino y selvático egoísmo y me encaminó a su servicio; y para ella, no para otra cosa, me parece haber vivido".
El 6 de agosto de 2008 se cumplen 30 años de la muerte del Papa Pablo VI
Su magisterio pontificio Encíclicas: Ecclesiam suam (6-8-1964), sobre los caminos que la Iglesia Católica debe seguir en la actualidad para cumplir con su misión. Mysterium fidei (3-9-1965), sobre la doctrina y culto de la Santa Eucaristía. Populorum progressio (26-3-1967), sobre la necesidad de promover el desarrollo de los pueblos. Sacerdotalis caelibatus (24-6-1967), sobre el celibato sacerdotal. Humanae vitae (25-7-1968), sobre la regulación de la natalidad. Exhortaciones apostólicas: Marialis cultus (2-2-1974), sobre la recta ordenación y desarrollo del culto a la Santísima Virgen. Petrum et Paulum Gaudete in Domino (9-5-1975), sobre la alegría cristiana. Evangelii nuntiandi (8-12-1975), acerca de la evangelización en el mundo contemporáneo. Cartas apostólicas: Octogesima adveniens (1971), con ocasión del 80 aniversario de la encíclica Rerum novarum. Declaraciones: Persona humana (29-12-1975), acerca de algunas cuestiones de ética sexual. Inter insigniores (15-10-1976), sobre la cuestión de la admisión de las mujeres al sacerdocio ministerial. Otros: Constitución apostólica Paenitemini (17-2-1966), sobre el valor de la penitencia individual. El "Credo del Pueblo de Dios" (30-6-1968)
Pablo VI desde Benedicto XVI

Ramiro Pellitero Sección: Religión

Benedicto XVI ha aludido en múltiples ocasiones a la figura de su venerado predecesor, como suele decir. Hoy vale la pena centrarse en el sentido homenaje que le dedicó el 3 de marzo de 2007 en Brescia, diócesis italiana en la que Pablo VI nació, fue bautizado y ordenado sacerdote. Recordó entonces cómo Pablo VI fue Papa en un período histórico difícil. Fue el primer Pontífice en viajar a Tierra Santa, mientras se celebraba el Concilio Vaticano II, con un claro mensaje: la Iglesia debía seguir, en el camino de su misión, las huellas de Cristo. Eso fue precisamente lo que intentó hacer en el ejercicio de su ministerio petrino, «que desempeñó siempre con sabiduría y prudencia». El secreto de su acción pastoral -seguía diciendo Benedicto XVI-, de su incansable entrega que le llevó a veces a decisiones difíciles e impopulares -pensando sin duda en la encíclica Humanae Vitae- radicaba precisamente en su amor a Cristo. Alimentaba su celo misionero con un sincero deseo de diálogo con la humanidad. Quería renovar el mundo, atormentado por inquietudes y violencias, mediante «la civilización del amor». Pablo VI, sostenía el actual Papa, llevó a término el Concilio «con mano experta, delicada y firme» y «no se dejó condicionar por incomprensiones y críticas, aunque tuvo que soportar sufrimientos y ataques, a veces violentos, pero en todas las circunstancias fue firme y prudente timonel de la barca de Pedro». En efecto, baste recordar que Pablo VI impulsó el diálogo apostólico al servicio de la misión, porque el Evangelio sólo se puede comunicar en la disposición a aprender y enriquecerse personalmente con las aportaciones válidas de los demás. Quiso el «desarrollo integral de los pueblos», a partir del anuncio de Cristo. Buscó la verdadera reforma en la Iglesia. Educó para la paz. Abrazó a los ortodoxos. Y, sobre todo, fue un testigo del amor que cultivó la inteligencia de la fe y experimentó la Cruz.

domingo, julio 13, 2008

Vida de san Josemaría Escrivá de Balaguer (1902-1975), fundador del Opus Dei.


Josemaría Escrivá de Balaguer nació en Barbastro (Huesca, España) el 9 de enero de 1902. Sus padres se llamaban José y Dolores. Tuvo cinco hermanos: Carmen (1899-1957), Santiago (1919-1994) y otras tres hermanas menores que él, que murieron cuando eran niñas. El matrimonio Escrivá dio a sus hijos una profunda educación cristiana.

En 1915 quebró el negocio del padre, comerciante de tejidos, y la familia hubo de trasladarse a Logroño, donde el padre encontró otro trabajo. En esa ciudad, Josemaría, después de ver unas huellas en la nieve de los pies descalzos de un religioso, intuye que Dios desea algo de él, aunque no sabe exactamente qué es. Piensa que podrá descubrirlo más fácilmente si se hace sacerdote, y comienza a prepararse primero en Logroño y más tarde en el seminario de Zaragoza.

Siguiendo un consejo de su padre, en la Universidad de Zaragoza estudia también la carrera civil de Derecho como alumno libre. D. José Escrivá muere en 1924, y Josemaría queda como cabeza de familia. Recibe la ordenación sacerdotal el 28 de marzo de 1925 y comienza a ejercer el ministerio primero en una parroquia rural y luego en Zaragoza.

En 1927 se traslada a Madrid, con permiso de su obispo, para obtener el doctorado en Derecho. En Madrid, el 2 de octubre de 1928, Dios le hace ver lo que espera de él, y funda el Opus Dei. Desde ese día trabaja con todas sus fuerzas en el desarrollo de la fundación que Dios le pide, al tiempo que continúa con el ministerio pastoral que tiene encomendado en aquellos años, que le pone diariamente en contacto con la enfermedad y la pobreza en hospitales y barriadas populares de Madrid.

Al estallar la guerra civil, en 1936, Josemaría Escrivá se encuentra en Madrid. La persecución religiosa le obliga a refugiarse en diferentes lugares. Ejerce su ministerio sacerdotal clandestinamente, hasta que logra salir de Madrid. Después de una travesía por los Pirineos hasta el sur de Francia, se traslada a Burgos.

Cuando acaba la guerra, en 1939, regresa a Madrid. En los años siguientes dirige numerosos ejercicios espirituales para laicos, para sacerdotes y para religiosos. En el mismo año 1939 termina sus estudios de doctorado en Derecho.

En 1946 fija su residencia en Roma. Obtiene el doctorado en Teología por la Universidad Lateranense. Es nombrado consultor de dos Congregaciones vaticanas, miembro honorario de la Pontificia Academia de Teología y prelado de honor de Su Santidad. Sigue con atención los preparativos y las sesiones del Concilio Vaticano II (1962-1965), y mantiene un trato intenso con muchos de los padres conciliares.

Desde Roma viaja en numerosas ocasiones a distintos países de Europa, para impulsar el establecimiento y la consolidación del trabajo apostólico del Opus Dei. Con el mismo objeto, entre 1970 y 1975 hace largos viajes por México, la Península Ibérica, América del Sur y Guatemala, donde además tiene reuniones de catequesis con grupos numerosos de hombres y mujeres.

Fallece en Roma el 26 de junio de 1975. Varios miles de personas, entre ellas numerosos obispos de distintos países —en conjunto, un tercio del episcopado mundial—, solicitan a la Santa Sede la apertura de su causa de canonización.

El 17 de mayo de 1992, Juan Pablo II beatifica a Josemaría Escrivá de Balaguer. Lo proclama santo diez años después, el 6 de octubre de 2002, en la plaza de San Pedro, en Roma, ante una gran multitud. «Siguiendo sus huellas», dijo en esa ocasión el Papa en su homilía, «difundid en la sociedad, sin distinción de raza, clase, cultura o edad, la conciencia de que todos estamos llamados a la santidad».

Si quiere rezar ante los restos de san Josemaría, puede acudir a Santa María de la Paz (Roma). Lea aquí más información. O bien descargue el folleto informativo en formato pdf.

miércoles, julio 09, 2008

En la historia de la Iglesia los personajes más cercanos a Jesús

Las primeras personas que tomaron parte en la vida de Jesús son las que conocemos como santo; los Ángeles y los profetas anunciaron su llegada, Maria le dio a luz, y los que mantuvieron con el una relación cercana durante su vida entregaron sus corazones a sus enseñanzas. La gente y los acontecimientos que rodearon la vida de Jesús se han santificado; aquellos que estuvieron cerca de el fueron bendecidos por reconocer su divinidad y tomar parte de su amor y sabiduría durante su vida. Un gran número de profetas había dirigido sus palabras al pueblo hebreo durante los ciento de años que precedieron el nacimiento de Jesús: Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel, grandes profetas de tiempos pasados, habían anunciado su nacimiento. Juan El Bautista, profeta que vivió en la época de Jesús, se dirigió fervorosamente a grandes multitudes, preparando el camino para Jesús y proclamando a los cuatro vientos que “el Rey de los cielos está cerca”. Todos los profetas sabían en lo más profundo de su corazón que con la llegada de Cristo comenzaría una gran revolución. Maria, la Virgen bendecida, y José, el carpintero, fueron los que trajeron a Jesús a este mundo Isabel y Zacarías fueron los padres de Juan el Bautista, que fue quien le bautizó. Todos estos santos nos hablan del amor paternal, de la devoción y de la confianza; representan la perfección y el aspecto más sublime de la fe: un corazón entregado. Con una gran carga de humildad, se ocuparon del chiquillo inocente que iba a convertirse en el nuevo Mesías. Maria Magdalena, la amiga y seguidora de Jesús, el Maestro. Maria Magdalena fue bendecida como discípula y santa, al ser la primera persona ante la que Cristo resucitado se apareció. Según la leyenda, fue ella que ungió de forma simbólica los pies de su Maestro, llevando a cabo un antiguo rito mediante el cual la bendición descendió sobre ella y prendió la llama de la devoción. SANTA MARIA, MADRE DE DIOS Quizás la más amada de todos los santos y santas, Maria, o Miriam, representa el amor y la devoción de aquellos que buscan el consuelo y la salvación a través de la Iglesia. De joven vivió en Nazaret, y fue prometida a un hombre que respondía al nombre de José. Un día se asustó al tener una visión del ángel Gabriel, quien se le apareció a la voz de: “¡Salve! El Señor esta contigo”. “Maria, no te asustes por ser escogida en el seno de Dios. He aquí que concebirás en tus entrañas y darás a luz a un niño al que deberás llamar Jesús. Será egregio, y será conocido como el Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le otorgará el trono de David, su padre, y tendrá el poder en la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.” Maria, que aún era virgen, contestó al ángel: “¿Cómo puede producirse todo esto, si no tengo relaciones con ningún hombre?”. El ángel contestó que el Espíritu Santo, en gran e insondable misterio, le haría concebir un niño, y este niño sería conocido como el hijo de Dios. SANTA ISABEL Gabriel le dijo a María que Isabel, su prima, a la que consideraban estéril, también había concebido un hijo, explicando así que no hay nada imposible para Dios. Después de que Gabriel la dejara, María fue a visitar a Isabel, y la encontró en el sexto mes de un embarazo completamente milagroso. Cuando María entró en la habitación, el niño que Isabel llevaba en sus entrañas saltó de alegría, e Isabel se vio inundada por el Espíritu Santo. “Bendita tú eres entre todas las mujeres – le dijo a Maria – y bendito es el fruto de tu vientre. Y, ¿de dónde a mí tanto bien que venga la madre de mi Señor a visitarme?”. El embarazo de Isabel fue sorprendente. Cuando Isabel se dio cuenta de que estaba embarazada, su esposo no dijo nada. Él era sacerdote, y había estado cumpliendo con su deber en el templo cuando Gabriel se le apareció y le saludó con la noticia de que él y su esposa iban a ser padres. Zacarías estaba aterrorizado, y le pidió una señal, a lo que Gabriel le respondió que se quedaría sin voz hasta que los acontecimientos que había predicho se produjeran; Zacarías se quedo mudo y no pudo explicarle nada a su esposa. SAN JUAN EL BAUTISTA El niño que nació en el seno de la familia formada por Zacarías e Isabel es conocido por todos nosotros como Juan el Bautista; fue el último de los profetas. Cuando era joven, Juan vivió como ermitaño en el desierto de Judea y, cuando rondaba la treintena, comenzó a predicar a orillas del rió Jordán contra los males existentes en aquel tiempo; animo a la gente a hacer penitencia y a bautizarse, diciendo que “el Rey de los Cielos esta cerca”. Un día, Jesús se acerco a Juan; al reconocerle como el Salvador que había estado anunciando, Juan le bautizo, diciendo: “Soy yo el que necesita ser bautizado por ti”. A continuación, se dirigió a Jesús como el “cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, y le reconoció como el Mesías. Juan inspiro a muchos de sus propios seguidores para que estos siguieran a Jesús. Temeroso del gran poder de Juan, Herodes Antipas le había y encarcelado en una fortaleza en el Mar Muerto; Juan había denunciado el matrimonio incestuoso de Herodes con Herodías, y fue decapitado como venganza a petición de Salome, hija de Herodías, que pidió su cabeza a cambio de bailar para Herodes. SANTA MARÍA MAGDALENA María Magdalena es también conocida “la penitente” debido a una historia que aparece en el Evangelio de Lucas que más tarde se le atribuyó: cuando Jesús fue a cenar a casa de un hombre poderoso, ella entró e inclinándose hacia sus pies, los lavó con sus lágrimas; seguidamente, los secó con su larga cabellera y los ungió con óleo. Jesús le dijo. “Tu fe te ha salvado; ve en paz”. María se dedico a servir a Jesús, y se mantuvo a los pies de la cruz cuando éste fue crucificado. Después de que el cuerpo de Jesús hubiera sido depositado en la tumba, María se dirigió a ella para ungirlo con especias, pero, al encontrar el cuerpo, comenzó a llorar; fue entonces cuando vio a alguien que le pareció ser el jardinero, y le pregunto si sabía dónde habían llevado el cuerpo de su amado Maestro. El extraño hablo en un tono de voz que ella conocía bien, y reconoció a Jesús, resucitadote la muerte. La leyenda cuenta que años después, María fue introducida en una barca sin vela ni remos con otros amigos cercanos a Jesús, que fueron enviados a la deriva allende los mares, llegando finalmente a la costa sur de Francia, donde María Magdalena pasó el resto de su vida meditando. Se dice que los Ángeles la alimentaban.

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Bará.El propósito de Roberto Fonseca Murillo es dar a conocer la reseña o símbolo de los personajes tanto de la Biblia como religiosos o lideres. Con más de cincuenta Lince para ayudarlo.

Bienvenido a Bará QUMRÁN :"La Historia es una sola que se entré tejé con la económia,cultura,creencias, política y Dios la sostiene en el hueco de su mano y tú eres uno de sus dedos" Bara es el término con el cual se designa el poder verbal de Dios para crear de la nada todas los seres tanto inertes como vivos existentes en la naturaleza.Bará solo pertenese a Dios en el vocablo Hebreo, puesto que Él es el único que tiene ese poder ex-nihilo; los seres humanos solo reecrean a partir de lo creado por Dios.


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