John Hedley Brooke considera que para entender la contradicción o coincidencia entre la perspectiva cristiana y la darwinista es conveniente establecer algunas distinciones que pueden ayudar a ponderar los problemas.
a) La primera es una distinción que hizo ya el mismo Darwin: una distinción entre el origen de las especies y el origen primordial de la vida. Darwin no quiso nunca especular sobre el origen de la vida, en parte porque ya en su tiempo las teorías existentes sobre la llamada “generación espontánea” iban acompañadas de un halo de descrédito general. En el Origin of Species Darwin habló de un Creador que habría insuflado la vida primordial de diversas formas. Por ello “fue reprochado por algunos científicos contemporáneos, como el físico John Tyndall, por no haber sido suficientemente naturalista”.
b) Otra distinción importante es entre el darwinismo como teoría científica para explicar cómo emerge una nueva especie en la evolución, y el darwinismo como una cosmovisión en la que intención y sentido quedan excluidos del universo. Según Brooke esta distinción se encuentra en el mismo Darwin.
“Se sentía siempre molesto (Darwin) cuando su teoría era juzgada por criterios que no fueran su éxito en explicar cómo surgían nuevas especies a partir de las ya existentes. En un plano metafísico, siempre arguyó con toda simplicidad que si el nacimiento y muerte de los individuos puede ser explicado sin intervenciones milagrosas (sin que nadie se sienta ofendido), ¿por qué debía ser diferente con el nacimiento y muerte de las especies? En el último capítulo del Origen …, Darwin argumentó a favor de la superioridad de su teoría frente a una teoría de la creación por separado o de actos independientes de creación … Los argumentos de Darwin iban dirigidos primariamente contra esta interpretación de la historia de la vida y no era un ataque a la doctrina de la Creación entendida en su forma clásica (que todo ser depende últimamente en su existencia de un Creador Transcendente)”.
Para John Hedley Brooke, la distinción fundamental es aquí entre una idea de la creación como serie de puntuales intervenciones sobrenaturales en el curso de la historia natural, y una idea de creación como dependencia original y continua de todo lo existente en relación al poder y la voluntad divina. Entre los primeros comentadores de la teoría de Darwin se afirmó incluso que había hecho a la cristiandad el servicio de despedir a un “interviniente” Deus ex maquina, algo así como un “mago”, haciendo transparente en cambio el Dios transcedente del teísmo clásico.
c) Es también importante distinguir entre las diferentes clases de verdad y las formas de comunicación seguidas para su expresión. Leer el Génesis como un reportaje histórico o científico es privarle de su significación humana profunda y cortar el acceso a la verdad que trata de comunicar. Ya Calvino había dicho, observa Brooke, que para aprender astronomía no debía acudirse a la Biblia.
Las verdades profundas que los teólogos han hallado en el Génesis son la dependencia del mundo ante el Creador y la bondad intrínseca de la Creación. También la “caída” de la creación entendida como nuestra negación de la Deidad en el Jardín de Edén. Estas verdades no son “verdades científicas”. Además, nos dice Brooke, como el mismo Agustín dijo, la descripción de la Creación en el Génesis no es un acto puntual, sino un proceso.
d) Hay otra distinción que tampoco debe ser olvidada. Una cosa es describir el “hecho o proceso” de cómo las formas vivientes se han sucedido unas a otras por medio de la evolución de las especies y otra cosa es el “mecanismo” por el que esto se ha producido. “Aparece aquí una auténtica dificultad porque cómo describimos el proceso y cómo reconstruimos las líneas del cambio evolutivo puede estar afectado por la teoría que sostenemos en torno al mecanismo. La distinción básica, es, sin embargo, crucial. Fue ya crucial en los debates inmediatamente post-darwinianos. Por ejemplo, Huxley y Darwin difirieron sobre si las mutaciones repentinas podían ser incorporadas en el proceso. Darwin no se lo permitía. Es interesante advertir, sin embargo, que Darwin incluyó en su mecanismo elementos que hoy describimos como lamarkianos y que fueron más tarde expurgados de la teoría: el efecto de uso y desuso sobre un órgano y los efectos directos del medio en inducir cambios. En su Descent of Man, Darwin precisamente confesó que había dado demasiado peso a la selección natural en la primera edición de su Origin of Species”.
Esta distinción entre “proceso” y “mecanismo” es importante, según Brooke, por tres razones. Históricamente es importante porque los “mecanismos” propios de la evolución fueron objeto de larga controversia en el XIX y parte del XX. Teológicamente es importante porque los cristianos que apoyaron la evolución tendieron a suplementar, o incluso reemplazar, la selección natural por otros mecanismos que les parecían más conformes con el teísmo. Tendencias vitales, por ejemplo, hacia una mayor complejidad, intrínsecas en los organismos, fueron propuestas con frecuencias y atribuidas a un Creador. Una tercera razón es que críticos del evolucionismo se hicieron fuertes al constatar las divergencias entre los mismos darwinianos en la forma de entender los mecanismos precisos de la evolución.
e) John Hedley Brooke hace finalmente otra distinción que consideramos quizá la más importante. “Es la distinción entre consistencia e implicaciones (de la teoría darwinista). De una simple teoría científica pueden extraerse una gran cantidad de significados culturales. Sin embargo, los polemistas –sea a favor de Darwin o de alguna clase de creacionismo– con frecuencia hablan como si un resultado científico particular implicara una conclusión meteafísica o teológica. El conocimiento de la historia de la ciencia puede ayudarnos inmensamente aquí porque el uso de la ciencia para argumentar una posición ideológica frente a otra tiene una larga historia. Ampliamente hablando muchas innovaciones científicas han sido susceptibles de una lectura teísta o ateísta. Mostrar que son consistentes con el teísmo o el ateísmo es un ejercicio instructivo. Pero pretender que implican o contienen una posición más que la otra puede ser seriamente desorientador”.
Para Brooke, muchos popularizadores científicos actuales han tendido a ser ateos y lo que les ha gustado del darwinismo es su fuerza en contra de la fe religiosa. Se refiere al ateísmo retórico de Richard Dawkins, que ya fue ensayado antes por otros científicos en la misma línea. Estos autores no sólo defienden la consistencia del darwinismo, sino que le atribuyen implicar necesariamente una metafísica atea, cosa a todas luces cuestionable y muy difícil de mantener.
“La teoría evolucionista no contiene el ateísmo aunque pueda ser compatible con él. Creer en la aparición independiente de cada especie no contiene la intervención de una Deidad, aunque pueda ser compatible con ella. La controversia podría enfriarse considerablemente si la diferencia entre consistencia e implicaciones fuera más claramente admitida. La moderna teoría evolutiva da cuenta magisterialmente de cómo llegamos a estar aquí e incluso de cómo surgió nuestra conciencia moral”. Pero la consistencia de la teoría evolutiva no implica consecuencias metafísicas o teológicas y puede ser leída de forma diferente. Es lo que hacen teístas y ateístas. Lo incorrecto es querer hacer pasar por “ciencia” las argumentaciones ideológicas o metafísicas, creyendo que se pueden imponer como verdades “científicas”.
a) La primera es una distinción que hizo ya el mismo Darwin: una distinción entre el origen de las especies y el origen primordial de la vida. Darwin no quiso nunca especular sobre el origen de la vida, en parte porque ya en su tiempo las teorías existentes sobre la llamada “generación espontánea” iban acompañadas de un halo de descrédito general. En el Origin of Species Darwin habló de un Creador que habría insuflado la vida primordial de diversas formas. Por ello “fue reprochado por algunos científicos contemporáneos, como el físico John Tyndall, por no haber sido suficientemente naturalista”.
b) Otra distinción importante es entre el darwinismo como teoría científica para explicar cómo emerge una nueva especie en la evolución, y el darwinismo como una cosmovisión en la que intención y sentido quedan excluidos del universo. Según Brooke esta distinción se encuentra en el mismo Darwin.
“Se sentía siempre molesto (Darwin) cuando su teoría era juzgada por criterios que no fueran su éxito en explicar cómo surgían nuevas especies a partir de las ya existentes. En un plano metafísico, siempre arguyó con toda simplicidad que si el nacimiento y muerte de los individuos puede ser explicado sin intervenciones milagrosas (sin que nadie se sienta ofendido), ¿por qué debía ser diferente con el nacimiento y muerte de las especies? En el último capítulo del Origen …, Darwin argumentó a favor de la superioridad de su teoría frente a una teoría de la creación por separado o de actos independientes de creación … Los argumentos de Darwin iban dirigidos primariamente contra esta interpretación de la historia de la vida y no era un ataque a la doctrina de la Creación entendida en su forma clásica (que todo ser depende últimamente en su existencia de un Creador Transcendente)”.
Para John Hedley Brooke, la distinción fundamental es aquí entre una idea de la creación como serie de puntuales intervenciones sobrenaturales en el curso de la historia natural, y una idea de creación como dependencia original y continua de todo lo existente en relación al poder y la voluntad divina. Entre los primeros comentadores de la teoría de Darwin se afirmó incluso que había hecho a la cristiandad el servicio de despedir a un “interviniente” Deus ex maquina, algo así como un “mago”, haciendo transparente en cambio el Dios transcedente del teísmo clásico.
c) Es también importante distinguir entre las diferentes clases de verdad y las formas de comunicación seguidas para su expresión. Leer el Génesis como un reportaje histórico o científico es privarle de su significación humana profunda y cortar el acceso a la verdad que trata de comunicar. Ya Calvino había dicho, observa Brooke, que para aprender astronomía no debía acudirse a la Biblia.
Las verdades profundas que los teólogos han hallado en el Génesis son la dependencia del mundo ante el Creador y la bondad intrínseca de la Creación. También la “caída” de la creación entendida como nuestra negación de la Deidad en el Jardín de Edén. Estas verdades no son “verdades científicas”. Además, nos dice Brooke, como el mismo Agustín dijo, la descripción de la Creación en el Génesis no es un acto puntual, sino un proceso.
d) Hay otra distinción que tampoco debe ser olvidada. Una cosa es describir el “hecho o proceso” de cómo las formas vivientes se han sucedido unas a otras por medio de la evolución de las especies y otra cosa es el “mecanismo” por el que esto se ha producido. “Aparece aquí una auténtica dificultad porque cómo describimos el proceso y cómo reconstruimos las líneas del cambio evolutivo puede estar afectado por la teoría que sostenemos en torno al mecanismo. La distinción básica, es, sin embargo, crucial. Fue ya crucial en los debates inmediatamente post-darwinianos. Por ejemplo, Huxley y Darwin difirieron sobre si las mutaciones repentinas podían ser incorporadas en el proceso. Darwin no se lo permitía. Es interesante advertir, sin embargo, que Darwin incluyó en su mecanismo elementos que hoy describimos como lamarkianos y que fueron más tarde expurgados de la teoría: el efecto de uso y desuso sobre un órgano y los efectos directos del medio en inducir cambios. En su Descent of Man, Darwin precisamente confesó que había dado demasiado peso a la selección natural en la primera edición de su Origin of Species”.
Esta distinción entre “proceso” y “mecanismo” es importante, según Brooke, por tres razones. Históricamente es importante porque los “mecanismos” propios de la evolución fueron objeto de larga controversia en el XIX y parte del XX. Teológicamente es importante porque los cristianos que apoyaron la evolución tendieron a suplementar, o incluso reemplazar, la selección natural por otros mecanismos que les parecían más conformes con el teísmo. Tendencias vitales, por ejemplo, hacia una mayor complejidad, intrínsecas en los organismos, fueron propuestas con frecuencias y atribuidas a un Creador. Una tercera razón es que críticos del evolucionismo se hicieron fuertes al constatar las divergencias entre los mismos darwinianos en la forma de entender los mecanismos precisos de la evolución.
e) John Hedley Brooke hace finalmente otra distinción que consideramos quizá la más importante. “Es la distinción entre consistencia e implicaciones (de la teoría darwinista). De una simple teoría científica pueden extraerse una gran cantidad de significados culturales. Sin embargo, los polemistas –sea a favor de Darwin o de alguna clase de creacionismo– con frecuencia hablan como si un resultado científico particular implicara una conclusión meteafísica o teológica. El conocimiento de la historia de la ciencia puede ayudarnos inmensamente aquí porque el uso de la ciencia para argumentar una posición ideológica frente a otra tiene una larga historia. Ampliamente hablando muchas innovaciones científicas han sido susceptibles de una lectura teísta o ateísta. Mostrar que son consistentes con el teísmo o el ateísmo es un ejercicio instructivo. Pero pretender que implican o contienen una posición más que la otra puede ser seriamente desorientador”.
Para Brooke, muchos popularizadores científicos actuales han tendido a ser ateos y lo que les ha gustado del darwinismo es su fuerza en contra de la fe religiosa. Se refiere al ateísmo retórico de Richard Dawkins, que ya fue ensayado antes por otros científicos en la misma línea. Estos autores no sólo defienden la consistencia del darwinismo, sino que le atribuyen implicar necesariamente una metafísica atea, cosa a todas luces cuestionable y muy difícil de mantener.
“La teoría evolucionista no contiene el ateísmo aunque pueda ser compatible con él. Creer en la aparición independiente de cada especie no contiene la intervención de una Deidad, aunque pueda ser compatible con ella. La controversia podría enfriarse considerablemente si la diferencia entre consistencia e implicaciones fuera más claramente admitida. La moderna teoría evolutiva da cuenta magisterialmente de cómo llegamos a estar aquí e incluso de cómo surgió nuestra conciencia moral”. Pero la consistencia de la teoría evolutiva no implica consecuencias metafísicas o teológicas y puede ser leída de forma diferente. Es lo que hacen teístas y ateístas. Lo incorrecto es querer hacer pasar por “ciencia” las argumentaciones ideológicas o metafísicas, creyendo que se pueden imponer como verdades “científicas”.
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