La porción de la Torá (parashá Balaq [Números 22:2-25:9]) nos relata la famosa historia del profeta pagano Balaam, quien invitado por Balaq, rey de Moab, para maldecir a Israel (22:5-6), terminó paradójicamente por bendecirlo con palabras excelsas de alto vuelo poético: ``¡Qué hermosas son tus tiendas, Jacob, y tus moradas, Israel!/Como valles espaciosos, como jardines a la vera del río, como áloes que plantó Yahveh, como cedros a la orilla de las aguas. [...] Se agacha, se acuesta, como león, como leona, ¿quién le hará levantar? ¡Bendito el que te bendiga! ¡Maldito el que te maldiga!'' (24:5, 9). (Nota: Según la liturgia judía, el fiel acostumbra a pronunciar las palabras de Balaam ``¡Qué hermosas son tus tiendas, Jacob, y tus moradas, Israel!'' al comienzo del servicio matutino diario.)
Según afirman los biblistas, la historia del susodicho profeta resulta ser una composición compleja desde el punto de visto literario, en donde se combinan tradiciones de origen yahvista (fuente redactada en el reino de Judá, datada para finales del siglo X a.e.c.) y elohísta (fuente escrita en el reino de Israel, datada para finales del siglo IX y comienzos del siglo VIII a.e.c.). Esta combinación de tradiciones explica la existencia de evaluaciones diferentes de su figura en la tradición bíblica. Por un lado, Balaam aparece en la tradición más antigua como un adivino de las márgenes del Éufrates, que reconoce a Yahveh por su Dios (22:18), y bendice a Israel (23:11-12, 25-26; 24:10. Cf. Miqueas 6:5). Pero, por el otro, en los mismos escritos bíblicos hay una tradición alternativa más tardía, según la cual Balaam es un enemigo, obligado por la omnipotencia de Dios a bendecir a Israel contra su voluntad (Deuteronomio 23:5-6; Josué 24:7-10), y responsable de la idolatría de Israel en Peor (Números 31:6, 8. Cf. También 2 Pedro 2:15-16; Apocalipsis 2:14).
Esta complejidad literaria se pone de manifiesto claramente en la historia de ``la burra de Balaam''. Según una versión, el viaje de Balaam desde su lugar de residencia en Petor del Río (es decir, el Éufrates), en tierra de los hijos de Ammav, hasta el campamento de Israel en las estepas de Moab, fue autorizado por Dios mismo: ``Entró Dios donde Balaam por la noche y le dijo: `¿No han venido esos hombres a llamarte? Levántate y vete con ellos. Pero has de cumplir la palabra que yo te diga'. Se levantó Balaam de madrugada, aparejó su asna y se fue con los jefes de Moab'' (22:20-21). Pero según otra versión, la partida de Balaam ``encendió la ira de Yahveh'', hasta el punto de enviar al Ángel de Yahveh para estorbarle en el camino (v. 22). Y de aquí la sugerencia, entonces, que la obvia contradicción presente en la narración podría ser el resultado de la combinación de tradiciones literarias diferentes.
Pero si ya mencionamos este relato, entonces sería interesante analizar esta pieza literaria (vv. 22-35) con más detenimiento, ya que la misma es una muestra cabal de la calidad y alta sofisticación de la narrativa bíblica. (Nota: La unidad interna de esta sección literaria se pone de manifiesto en la estructura de la trama que se desarrolla en tres escenas diferentes, y que a su vez se interconectan entre ellas tanto a nivel estilístico como de ideas).
El relato de la burra de BalaamSegún cuenta la historia, el furioso Dios envió a su enviado celestial para impedir el avance de Balaam hacia su meta, y a tales efectos el ``Ángel de Yahveh se puso en el camino para estorbarle'' (24:22). Al ver el obstáculo frente a sus ojos, la burra decidió con buen tino desviarse del camino: ``La burra vio al Ángel de Yahveh plantado en el camino, la espada desenvainada en la mano. La burra se apartó del camino y se fue a campo traviesa'' (v. 23). Pero la gran ironía del relato es que lo que pudo ver una simple burra no pudo ver el gran ``afamado'' profeta pagano: ``Balaam pegó a la burra para hacerla volver al camino'' (idem).
Una y otra vez Balaam le pegó con más furia a la burra (vv. 24-27), hasta que finalmente ``Yahveh abrió la boca de la burra, que dijo a Balaam: `¿Qué te he hecho yo para que me pegues con ésta ya tres veces?' Respondió Balaam a la burra: `Porque te has burlado de mí. Ojalá tuviera una espada en la mano; ahora mismo te mataba'. Respondió la burra a Balaam: `¿No soy yo tu burra, y me has montado desde siempre hasta el día de hoy? ¿Acaso acostumbro a portarme así contigo?' Respondió él: `No''' (vv. 28-30). (Nota: A excepción de la burra de Balaam, hay sólo otro caso en toda la Biblia, en que un animal tiene la capacidad de hablar, a saber: la serpiente del paraíso [Génesis 3:1-5].
Sin embargo, una comparación superficial de ambos relatos revela una diferencia obvia: en el caso de la burra de Balaam el habla fue resultado de un portento divino: ``Yahveh abrió la boca de la burra'').
Y es entonces en este momento crucial de la narración, en que el mensaje teológico central de la historia se manifiesta, al poner en evidencia la ceguera del ``profeta'' y su incapacidad de entender los designios divinos, dejando a Balaam en ridículo: ``Entonces abrió Yahveh los ojos de Balaam, que vio al Ángel de Yahveh, de pie en el camino, la espada desenvainada en la mano; y se inclinó y postró rostro en tierra. El Ángel de Yahve le dijo: `¿Por qué has pegado a tu burra con ésta ya tres veces? He sido yo el que ha salido a cerrarte el paso, porque delante de mí se tuerce el camino. La burra me ha visto y se ha apartado de mí tres veces. Gracias a que se ha desviado, porque si no, para ahora te habría matado y a ella la habría dejado con vida'. Dijo entonces Balaam al Ángel de Yahveh: `He pecado, pues no sabía que tú te habías puesto en mi camino. Pero ahora mismo, si esto te parece mal, me vuelvo'. Respondió el Ángel de Yahveh a Balaam: `Vete con esos hombres, pero no dirás nada más que lo que yo te diga'. Balaam marchó con los jefes de Balaq'' (vv. 31-35).
El Ángel de Yahveh: ¿una manifestación del Satán?
¿Quién fue este ``Angel de Yahveh'', plantado en el camino y con la espada desenvainada en mano, que ``se puso en el camino para estorbarle (en hebreo, le-satan lo)''? ¿Acaso uno de los tantos ángeles de la corte celestial? O, por el contrario, teniendo en cuenta que la raíz del verbo hebreo ``estorbar'' (s.t.n.) en nuestra historia es la misma raíz del nombre del ángel ``Satán'', ¿acaso habría sido el mismísimo Satanás?
La raíz hebrea s.t.n. significa ``oponer'', ``obstruir'' o ``acusar''. Y de aquí, entonces, que la connotación básica de la palabra es ``oponente''. Como explica J. B. Russell, ``En este simple sentido, satán aparece varias veces como sustantitvo común en el Antiguo Testamento, en referencia a cualquier oponente humano, como por ejemplo, cuando David dice al hijo de Zeruías: '¿Qué derecho tienes... de hacer de oponente (en hebreo, le-satán. A.R.) contra mí hoy''' (El príncipe de las tinieblas. El poder del mal y del bien en la historia [Barcelona et al.: Editorial Andres Bello, cuarta edición, 1996] p. 53). (Nota: Para otros ejemplos, ver 1 Samuel 29:4; 2 Samuel 19:23; 1 Reyes 5:18; 11:14, 23, 25.) De acuerdo a este significado básico de la palabra, pues, también en nuestro caso el ``Ángel de Yahveh'' podría entenderse como un simple ``oponente'' de Balaam que salió para cerrarle el paso (v. 32).
Sin embargo, y a diferencia de todos los casos mencionados más arriba, en nuestro relato no se habla de un ``oponente'' humano, sino antes bien de un ángel o ser celestial. Y de aquí, entonces, la importancia capital de nuestro relato. Según lo afirma Russell: ``Acá por primera vez un ser sobrenatural recibe el nombre de Satán'' (op. cit., p. 53). Pero continúa su observación señalando: ``pero es un satán solamente mientras bloquea la vía (Números 22:22-35)`` (idem). En otras palabras, entonces, el ``Ángel de Yahveh'' cumple en nuestra historia el rol de ``oponente''. Pero aún en este caso, no puede ser llamado ``Satán`` con mayúscula. Estrictamente hablando, el ángel aquí es un ``oponente''/satán ad hoc, cuya única y específica función es impedir el avance de Balaam y su burra.
Esta función no-especializada del ángel en nuestro relato está en total acuerdo con la doctrina angeleológica tradicional presente en los materiales antiguos de la literatura bíblica, según la cual los agentes celestiales son servidores de Dios en la corte celestial, dispuestos a cumplir cualquier función ad hoc impuesta por Dios. Y así, entonces, un ``Ángel de Yahveh'' puede cumplir una veces el rol de ``exterminador'' (Éxodo 12:23; 2 Samuel 24:16; 2 Reyes 19:35) y otras las de ``espíritu de mentira`` (1 Reyes 22:19-23), sin suponer que esta función le estaba reservada exclusivamente a un ángel determinado. (Nota: Según Ed. Jacob, ``el ángel no tiene existencia o función, no como doble de Yahvé ni como su mensajero, si no es en virtud de la libre decisión de Yahvé; [...] El ángel existe cuando Yahvé tiene necesidad de él, así como la multitud de ángeles a la cual el ángel de Yahveh es integrado finalmente y que constituye la corte celestial, no existe verdaderamente más que cuando el señor de los ángeles les confía una misión, precisa y temporal, que ha de ser ejecutada'' [Teología del Antiguo Testamento, Madrid: Ediciones Marova, 1969, p. 78]).
De satán a Satán
La transformación de un ángel/satán con minúscula en ``Satán'' con mayúscula habría sucedido para comienzos de la época del Segundo Templo, más precisamente en la época persa. (Nota: Algunos historiadores han sugerido que el origen de esta figura debería buscarse en los funcionarios persas, que recorrían las satrapías del reino acompañados por soldados a manera de policías). Una prueba en este sentido es el intrigante relato presente en el libro del profeta Zacarías (519 a.e.c.), según el cual el vidente vio la siguiente visión: ``Me hizo ver después al sumo sacerdote Josué, que estaba ante el ángel de Yahveh; a su derecha estaba el Satán para acusarle (en hebreo, le-sitnó). Dijo el ángel de Yahveh al Satán: `¡Yahveh te reprima, Satán, reprímate Yahveh, el que ha elegido a Jerusalén! ¿No es éste un tizón sacado del fuego?''' (3:1-2).
De acuerdo a esta descripción, entonces, el profeta vio en su visión el tribunal celestial, en el que estaba siendo juzgado el sumo sacerdote de su época Josué, hijo de Yehosadaq. El tribunal era presidido por el ángel de Yahveh, mientras que a la derecha del acusado estaba parado el Acusador: el Satán. (Nota: La palabra Satán se encuentra precedida por el artículo. Y de aquí, pues, que a diferencia de lo afirmado que ``el término no es aún nombre propio'' [Biblia de Jerusalén, Bilbao: Desclee de Brouwer, 1975, p. 655], la presencia del artículo aquí indicaría todo lo contrario). La narración no testimonia el contenido mismo de la acusación hecha por el Acusador, pero de las palabras del ángel de Yahveh se entiende que el Satán habría aludido a la condición pecaminosa del sumo sacerdote. Según el texto, la verdad ``objetiva'' confirmaba la acusación del Acusador (``Estaba Josué vestido de ropas sucias'' [v. 3] es decir, ``manchadas por el pecado''), pero el ángel de Yahveh le reprochó al Satán su falta de misericordia, al no entender las circunstancias de vida de Josué: ``¿No es éste un tizón sacado del fuego?'' (es decir, Josué no puede ser medido con la regla implacable de la justicia por ser un sobreviviente del exilio babilónico''). Y de aquí, entonces, el ángel de Yahveh ordenó condonarle la pena, otorgándole el perdón por la culpa: ``Tomó éste la palabra y habló así a los que estaban delante de él: `¡Quitadle esas ropas sucias y ponedle vestiduras de fiesta; y colocad en su cabeza una tiara limpia!' Se le vistió de vestiduras de fiesta y se le colocó en la cabeza la tiara limpia. El ángel de Yahveh que seguía en pie, le dijo: ``Mira, yo he pasado por alto tu culpa'' (vv. 4-5).
Según afirma Russell al analizar este pasaje; ``La idea de una personalidad está comenzando a emerger, un ser sobrenatural cuya naturaleza consiste en obstruir y acusar. [...] Finalmente, el pasaje de Zacarías ofrece una clave de la oposición de Satanás contra Dios tanto como contra los humanos, porque Dios le reprocha sus actividades. Aquí todavía el rol de Satán es esencialmente el de un instrumento divino para el castigo de los pecadores, una herramienta que simplemente ha llegado demasiado lejos en sus funciones, al no comprender que Dios limita la justicia con su misericordia. El hecho de que Dios autorice a Satán para levantarse y hablar frente a El en la corte celestial indica el origen de Satán como uno de los bene-elohim (es decir, ``Hijos de Dios''. A.R.)'' (op. cit., p. 53).
Sin embargo, este Satán aún sometido al férreo control de Dios y caracterizado por el silencio, se transformó con el pasar del tiempo en un ser celestial más activo e independiente. Esta etapa en la evolución de la figura del Satán en la Biblia se pone de manifiesto en la historia de Job. Según cuenta la historia, ``El día en que los Hijos de Dios venían a presentarse ante Yahveh, vino también entre ellos el Satán. Yahveh dijo al Satán: `¿De dónde vienes?' El Satán respondió a Yahveh: `De recorrer la tierra y pasearme por ella'. Y Yahveh dijo al Satán: `¿No te has fijado en mi siervo Job? ¡No hay nadie como él en la tierra; es un hombre cabal, recto, que teme a Dios y se aparta del mal!' Respondió el Satán a Yahveh: `¿Es que Job teme a Dios de balde? ¿No has levantado tú una valla en torno a él, a su casa y a todas sus posesiones? Has bendecido la obra de sus manos y sus rebaños hormiguean por el país. Pero extiende tu mano y toca todos sus bienes; ¡verás si no te maldice a la cara!' Dijo Yahveh al Satán: `Ahí tienes todos sus bienes en tus manos. Cuida sólo de no poner tu mano en él'. Y el Satán salió de la presencia de Yahveh'' (1:6-12).
Según lo acordado en la ``competencia'', Satán le provocó a Job varias desgracias. Primero le robaron su ganado y le mataron a sus siervos; luego un fuego caído del cielo consumió sus ovejas y pastores; después, los caldeos le robaron sus camellos y le mataron a sus criados; y, finalmente, un fuerte viento del desierto hizo desplomar la casa matando en su interior a sus hijos e hijas. Pero a pesar de las desgracias sucedidas sin interrupción, Job se mantuvo firme en su fe, ``no pecó... ni profirió la menor insensatez contra Dios'' (v.22). Y entonces, una vez más, Yahveh se vanaglorió del justo Job en el cielo, afirmando su entereza de espíritu. Pero a pesar de reconocer que el Satán sin razón lo había incitado contra Job para perderle, volvió Dios a caer en las ``redes'' del Acusador, permitiéndole probarlo una vez más: ``Respondió el Satán a Yahveh: `¡Piel por piel! ¡Todo lo que el hombre posee lo da por su vida! Pero extiende tu mano y toca sus huesos y su carne; ¡verás si no te maldice a la cara!' Y Yahveh dijo al Satán: `Ahí le tienes en tus manos; pero respeta su vida'' (2:4-6). (Nota: A excepción de los dos primeros capítulos, la figura del Satán no vuelve a aparecer en la obra. Según los biblistas, toda esta sección en prosa al inicio del libro sería un agregado tardío a la composición poética original, probablemente redactada en la época persa).
Si se compara el Satán de Zacarías con el de Job quedan en evidencia las grandes diferencias entre ellos. En Job, el Satán se ha transformado en una personalidad definida, cuya función es acusar, oponer y dañar al ser humano. Ciertamente, en este texto el ángel de Yahveh se presenta como un ser más activo y poderoso, hasta el punto de ``incitar'' a Dios a poner a prueba a Job. Sin embargo, este Satán no ha alcanzado todavía una autonomía absoluta. Todo su proceder está sujeto al control de Yahveh. Pero queda claro del relato, que ``Satán actúa como la sombra, el lado oscuro de Dios, el poder destructivo ejercido por Dios sólo con reticencia. Más aún, es el mismo Satán quien -como el mal'¨aj- baja a la tierra para atormentar a Job'' (Russell, op. cit., p. 57). (Nota: Esta división de la unidad de Dios en dos ``personalidades'': Yahveh y Satán, fue el comienzo de un dualismo incipiente que habría de llegar a su pleno desarrollo a finales de la época antigua con las religiones gnósticas. Algunos han sugerido que la aparición del Satán en la fe de Israel habría sido influido por la religión zoroastriana persa, que afirmaba la existencia de dos espíritus cósmicos: Ahura Mazda [el bien y la luz] y Angra Mainyu [el mal y la oscuridad]).
A partir de aquí el camino quedó expedito para que el Acusador/Satán bíblico pasara a convertirse en ``el Príncipe de las Tinieblas'' y adversario de Dios en la literatura judía de la época greco-romana (como el caso de Mastema en el libro apócrifo de los Jubileos o Belial en los rollos sectarios del Mar Muerto), y de aquí en más en un cuasi anti-Dios moral y religioso, pero jamás metafísico, en el pensamiento religioso cristiano. (Nota: Algunos biblistas acostumbran afirmar [por ejemplo, Biblia de Jerusalén, op. cit., p. 455; Jacob, op. cit. 71], que la palabra satán en 1 Crónicas 21:1 aludiría ya al Satán demoníaco de épocas posteriores, al atribuir al Demonio la causa del pecado que su texto paralelo de 2 Samuel 24:1 le adscribe a Yahveh. Sin embargo, y en discrepancia con la opinión generalizada, creo que tiene razón la profesora S. Japhet al argumentar que el Cronista pensó en un adversario humano y no en uno celestial, teniendo en cuenta que la palabra satán aparece sin artículo. Para detalles de su argumentación, ver La ideología del libro de Crónicas y su lugar en el pensamiento bíblico [Jerusalén: Mosad Bialik, 1977] págs. 129-132 [en hebreo]).