Tratan de este tema varias de las epístolas de Pablo. Toda la epístola a los Gálatas fue escrita para refutar la idea de que los convertidos gentiles para ser salvos, tenían que cumplir con los requisitos legalistas de los judíos. Era necesario escribir la carta porque algunos judaizantes habían seguido a Pablo a Galacia y trataban de pervertir a los creyentes con su doctrina. Pablo instó a los gálatas a que se mantuviesen firmes en su libertad espiritual y a que no se entregaran a la esclavitud del ceremonialismo judío.
Los judíos eran del olivo original, los gentiles eran ramas de acebuche, injertadas en el olivo. Los judíos eran los primeros, pero ahora los gentiles tenían los mismos apetecibles, y las mismas responsabilidades pesadas (11:17-24). En Romanos Pablo se refiere a sí mismo como “apóstol de los Gentiles”(11:13) y como “Ministro (a la manera de sacerdote) de Jesucristo a los Gentiles”. En este ministerio su gran preocupación era que “la ofrenda de los Gentiles sea agradable, santificada por el Espíritu Santo” (15:16; véase Isaías 66:20).
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