La restaauración del hombre deba ser iniciada dentro de las actuales circustancias del mundo
Según las leyes naturales
Se trata de sacar al hombre del estado de disminución intelectual, moral y fisiológica producido por las condiciones modernas de la vida, de desarrollar en él todas sus actividades virtuales, de darle la salud, de restituirle, por una parte, su unidad, y por otra, su personalidad, de hacerle crecer tanto cuanto permiten las cualidades hereditarias de sus tejidos y de su conciencia, de romper los moldes en los cuales la educación y la sociedad han conseguido encerrarle. Para llegar a este resultado, debemos intervenir en los procesos orgánicos y mentales que constituyen el individuo. Éste se halla ligado estrechamente a su medio ambiente y, en realidad, no tiene existencia autónoma. No podremos renovarlo sino en la medida en que transformemos el mundo que le rodea.
Debemos, pues, rehacer nuestro marco material y mental, pero las formas de la sociedad son rígidas. No podemos, actualmente, cambiarlas; y sin embargo, la restauración del hombre debe ser iniciada inmediatamente, en las actuales condiciones de la vida. Cada uno de nosotros puede modificar su modo de existencia, crear su propio medio en la multitud no pensante, imponerle una determinada disciplina fisiológica y mental, algunos trabajos, algunos hábitos, hacerse dueño de si mismo. Está, aislado, le es casi imposible resistir a su ámbito material, mental y económico. Para combatir victoriosamente este ámbito, debe asociarse con otros individuos en el mismo ideal. Las revoluciones se engendran a menudo por pequeños grupos en los cuales fermentan y se gestan las nuevas tendencias ; grupos semejantes son los que, durante el siglo XVIII, prepararon en Francia la caída de la monarquía. La Revolución Francesa fue hecha por los enciclopedistas más que por los jacobinos. Hoy día los principios de la civilización industrial deben ser combatidos por nosotros con el mismo encarnizamiento que el antiguo régimen por los enciclopedistas; pero la lucha será más dura porque los modos de existencia, proporcionados por la tecnología son tan agradables como el opio, el alcohol y la cocaína. Los individuos animados del espíritu de rebelión estarán obligados a asociarse, a organizarse, a sostenerse mutuamente. Pero ¿cómo proteger a los niños contra las costumbres de la Ciudad Nueva? Éstos siguen necesariamente los ejemplos de sus compañeros, y aceptan las supersticiones corrientes de orden médico, pedagógico y social, aun cuando se han emancipado de ellas por padres inteligentes.
En las escuelas, todos están obligados a conformarse a los hábitos del común. La renovación del individuo pide pues afiliarse a un grupo suficientemente numeroso para aislarse de la multitud, para imponerse las reglas necesarias, para poseer sus propias escuelas. Cuando esos grupos y esas escuelas existan, acaso algunas universidades abandonarán las formas ortodoxas de la educación y decidirán preparar a los jóvenes para la vida de mañana por disciplinas conformes a su verdadera naturaleza.
Un grupo, aunque pequeño, es susceptible de escapar a la influencia nefasta de la sociedad de su época por el establecimiento entre sus miembros de una regla semejante a la disciplina militar o monástica. Este medio no es nuevo.
La humanidad ha atravesado ya períodos en que comunidades de hombres o de mujeres, con tal de alcanzar cierto ideal, debieron imponerse normas de conducta muy diferentes de las costumbres comunes. Nuestra civilización se desarrolló durante la Edad Media gracias a grupos de esa especie, como las órdenes monásticas, las de caballería y las corporaciones de artesanos. Entre las órdenes religiosas, unas se aislaron en los monasterios, las otras permanecieren en el mundo. Pero todas se sometieron a una estricta disciplina fisiológica y mental. Los caballeros tenían reglas que variaban según las diferentes órdenes, y estas reglas les imponían, en ciertas circunstancias, el sacrificio de la vida. En cuanto a los artesanos, sus relaciones entre ellos y con el público estaban determinadas por una minuciosa legislación. Los miembros de cada corporación tenían trajes, ceremonias y fiestas religiosas; en suma, esos hombres abandonaban más o menos las formas ordinarias de la existencia. ¿No somos capaces de repetir, en forma diferente, lo que hicieron los frailes, los caballeros y los artesanos de la Edad Media? Dos condiciones esenciales del progreso del individuo son el aislamiento y la disciplina. Hoy en día, todo individuo puede, aun en el tumulto de las grandes ciudades, someterse a esas condiciones. Es libre de escoger sus amigos, de no ir al teatro, al cine, de no escuchar los programas de radio, de no leer ciertos diarios y ciertos libros, de no enviar a sus hijos a ciertas escuelas, etc. Pero sobre todo por una regla intelectual, moral y religiosa y por rechazo para adoptar las costumbres de la multitud, seremos capaces de reconstruirnos. Los grupos suficientemente numerosos serían capaces de darse una vida todavía más personal. Los Dukobors del Canadá nos han enseñado cuánta independencia pueden mantener, aun en nuestra época, cuando la voluntad es suficientemente fuerte.No habría necesidad de un grupo disidente demasiado numeroso para cambiar profundamente la sociedad moderna. Es un dato de antigua observación que la disciplina da a los hombres una fuerza grande: una minoría ascética y mística adquiriría rápidamente un poder irresistible en la mayoría gozadora y ciega. Ella sería capaz, por la persuasión o acaso por la fuerza, de imponerle otras formas de vida. Ninguno de los dogmas de la sociedad moderna es indestructible. Ni las usinas gigantescas, ni los edificios comerciales que suben hasta las nubes, ni las grandes ciudades asesinas, ni la moral industrial ni la mística de la producción son necesarios a nuestro progreso. Otros modos de existencia y de civilización son posibles: la cultura sin la comodidad, la belleza sin el lujo, la máquina sin la esclavitud fabril, la ciencia sin el culto de la materia, permitirían a los hombres desarrollarse indefinidamente, preservando su inteligencia, su espíritu moral y su virilidad.
Más visto
-
Uno de los más altos galardones alcanzados por José, el fugitivo hijo de Jacob, fue haber contraído matrimonio con una joven, al parecer de ...
-
TITO PASTOR DE LA IGLESIA DE CORINTO. Tito fue uno de los más notables pastores de la Iglesia primitiva. No obstante, su nombre es poco con...
-
DEBORA LA CRIADA DE REBECA Debora. Dos mujeres de la Biblia llevan este nombre. Una de ellas trabajo como nodriza de Re...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Su comentario es importante.Gracias