Reorientar intelectual - El error del Renacimiento - La supremacía de la materia y del hombree
- Transformando el pensamiento
No podemos emprender nuestra propia restauración y la de nuestro medio, antes de haber transformado nuestra manera de pensar. En efecto, la sociedad moderna ha sufrido desde su origen de una falla intelectual, falla que repetimos sin cesar desde la época del Renacimiento. La tecnología ha construido al hombre, no según el espíritu científico, sino según concepciones metafísicas erróneas. Ha llegado el momento de dejar de lado esas doctrinas. Es preciso que rompamos las barreras que se han elevado entre las propiedades de los objetos. El error que hoy padecemos consiste en una mala interpretación de las ideas geniales de Galileo. Galileo distinguió, como se sabe, las cualidades primarias de las cosas, dimensiones y pesos, que son susceptibles de ser medidos en sus cualidades secundarias, forma, color, olor, que no son mensurables. Lo cualitativo fue separado de lo cuantitativo. Lo cuantitativo, expresado en lenguaje matemático, nos trajo la ciencia. Lo cualitativo fue descuidado. La abstracción de las cualidades primarias de los objetos era legítimo, pero el olvido de las cualidades secundarias no lo era. Aquello tuvo graves consecuencias para nosotros, pues en el hombre lo que no se mide es más importante que lo que puede medirse. La existencia del pensamiento es tan fundamental como la de los equilibrios físico-químicos del suero sanguíneo. La separación de lo cualitativo y lo cuantitativo se hizo más profunda aún cuando Descartes creó la dualidad del cuerpo y del alma. Desde entonces las manifestaciones del espíritu se hicieron inexplicables. Lo material fue definitivamente aislado de lo espiritual. La estructura orgánica y los mecanismos fisiológicos adquirieron una realidad mucho mayor que el placer, el dolor, la belleza. Este error condujo a nuestra civilización por la ruta que llevó a la ciencia a la plenitud de su triunfo, y al hombre a su fracaso total.
A fin de enmendar nuestra dirección, debemos transportarnos con el pensamiento al medio en que vivían los hombres del Renacimiento, impregnamos de su espíritu, de su pasión por la observación empírica y de su desdén por los sistemas filosóficos. Como ellos, debemos distinguir las cualidades primarias y secundarias de las cosas, pero es preciso separarnos radicalmente de los mismos acordando a las cualidades secundarias la misma realidad que a las primarias. Arrojaremos también el dualismo de Descartes. El espíritu debe ser reintegrado en la materia. El alma no ha de parecernos diferente al cuerpo. Las manifestaciones mentales deben estar tan a nuestro alcance como las fisiológicas. Ciertamente, lo cualitativo es materia de estudio más difícil que lo cuantitativo. Los hechos concretos no satisfacen nuestro espíritu que ama el aspecto definitivo de las abstracciones. Pero la ciencia no debe ser cultivada sólo por sí misma, por la elegancia de sus métodos, por su claridad y su belleza. Tiene por objeto el beneficio material y espiritual del hombre. Debemos dar tanta importancia a los sentimientos como a la termodinámica. Es indispensable que nuestro pensamiento abarque todos los aspectos de la realidad. En lugar de abandonar los residuos de las abstracciones científicas, utilizaremos a la vez residuos y abstracciones. No aceptaremos la superioridad de lo cuantitativo, de la mecánica, de la física y de la química. Renunciaremos a la actitud intelectual engendrada por el Renacimiento y a la definición arbitraria que ése nos ha dado de lo real, pero conservaremos todas las conquistas que la humanidad ha hecho gracias a ella. El espíritu y las técnicas de la ciencia constituyen nuestro más preciado bien.
Será, difícil desembarazarnos de una doctrina que, durante más de trescientos años, ha dominado la inteligencia de los civilizados. La mayoría, de los sabios tiene fe en la realidad de los Universales, en el derecho exclusivo a existir de lo cuantitativo, en la primacía de la, materia, en la separación del espíritu del cuerpo y en la situación subordinada del espíritu. Estos no renegarán sus creencias con facilidad, pues un cambio tal conmovería hasta en sus cimientos la pedagogía, la medicina, la higiene, la psicología y la sociología. El jardincillo que cultiva cada cual fácilmente, se transformaría en una selva inextricable difícil de desenmarañar. Si la civilización científica abandonase el camino que sigue desde el Renacimiento hasta hoy, y retornase a la observación ingenua de lo concreto, se producirían en seguida los acontecimientos más extraños. La materia no primaría, las actividades mentales llegarían a ser tomadas igualmente en cuenta que las fisiológicas. El estudio de las funciones morales, estéticas y religiosas llegaría a sernos tan indispensable como el de las matemáticas, la física o la química. Los métodos actuales de educación nos parecerían absurdos. Escuelas y Universidades se verían forzadas a cambiar sus programas. Se preguntaría a los higienistas por qué se ocupan con exclusividad de la prevención de ]as enfermedades de los órganos y abandonan casi completamente las enfermedades mentales; por qué aíslan a las gentes atacadas de enfermedades infecciosas y no a las que contagian a los otros con sus enfermedades morales e intelectuales. Por qué son consideradas peligrosas las costumbres o hábitos que ocasionan enfermedades orgánicas, y no los que conducen a la corrupción, a la criminalidad y a la locura. El público rehusaría dejarse curar por médicos que no conocen sino una pequeña parte del cuerpo. Los patólogos tendrían que estudiar las lesiones del medio interior lo mismo que estudian las de los órganos. Estarían obligados a tener en cuenta la influencia de los estados mentales sobre la evolución de las enfermedades de los tejidos. Los economistas comprenderían por fin que los hombres sienten y sufren, y que no basta con darles trabajo y alimento, desde el punto en que tienen necesidades espirituales tan agudas como las fisiológicas. Comprenderían, asimismo, que las crisis económicas y financieras pueden tener un origen moral o intelectual. Dejaríamos de estar constreñidos a estimar como beneficios de la civilización moderna, las condiciones bárbaras de la vida de las grandes ciudades, la tiranía de la fábrica y de la oficina, el sacrificio de la dignidad moral al interés económico, y el del espíritu al dinero. Arrojaríamos lejos de nosotros las invenciones mecánicas que son perjudiciales para el desarrollo humano. El aspecto económico, no se nos aparecería como la razón primordial ante lo cual todo debe inclinarse. Es evidente que la liberación del prejuicio materialista, modificaría la mayor parte de las formas de la vida presente. Así, pues, la sociedad se opondrá con todas sus fuerzas a esta forma de progreso del pensamiento.
Por otra parte, también es importante que la falla del materialismo no conduzca a una reacción exageradamente espiritualista. Desde el momento en que la civilización científica y el culto de la materia no han triunfado, la tentación puede ser muy grande de lanzarse a elegir el culto opuesto, o sea del espíritu. La primacía de la psicología no sería menos peligrosa que la de la fisiología, la de la física y la de la química. Freud es más peligroso que los más extremados mecanicistas. Sería tan desastroso reducir el hombre a su aspecto mental, como lo sería el reducirlo a sus aspectos fisiológicos y físico-químicos. EI estudio de las propiedades físicas del suero sanguíneo, de sus equilibrios iónicos, de la permeabilidad del protoplasma, de la constitución química de los antígenos etc., no es menos indispensable que el de los sueños, los estados mediumínicos, los efectos psicológicos de la oración, la memoria de las palabras, etc. La substitución de lo material por lo espiritual, no corregiría el error cometido por el Renacimiento. La exclusión de la materia sería más nefasta aún que la del espíritu. La salud no se encontrará sino en el abandono de todas las doctrinas. En la plena aceptación de los datos de la observación positiva. En suma, ni la aceptación del hecho que el hombre no es ni más ni menos otra cosa que estos datos.
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