Dios, a pesar de ser amor, parece lento demasiado lento para acudir en defensa del hombre. Quizás por esta razón el viejo profeta habacuc, alzando los puños al cielo, gritaba: “¿Hasta cuando, Señor, clamare y no oirás; y daré voces a ti a causa de la violencia, y no salvaras?
El pueblo de Dios lloraba bajo las férreas cadenas de los egipcios. Dios lo vio y se puso a preparar a Moisés, caudillo de la liberación. Ochenta años pasaron entre el nacimiento de Moisés y el día en que este entro en acción. Mientras tanto el pueblo sufría, sufría terriblemente bajo la pesada esclavitud. Dios que no obra a la ligera, cuando quiere dar algo, da lo mejor. Si no lo tiene a la mano lo prepara. Así asegura el éxito de sus empresas, preparando hombres, hombres a quienes ha de utilizar como instrumentos de su causa. Otra de las grandes cualidades es
En síntesis, Moisés fue un intelectual al servicio de Dios. La erudición sin Dios raya en pedantería, la religiosidad sin pensamiento raya en fanatismo. En Moisés, como en San Pablo siglos después, se unían a perfección la religiosidad y la erudición, dos cualidades indispensables en todo buen siervo de Dios: Inteligencia y fe en Dios, he ahí las dos alas en que los hombre superiores se elevan como guías de la humanidad.
Moisés murió en el Monte Pisga, en las mismas fronteras de
Dios no le dio la tierra prometida... era mejor para tan noble vida, volar al punto a la mansión sin par.
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