NOÉ fue el primer hombre que se preocupo por el bienestar de sus semejantes. En los días de Cristo se le habría calificado como el buen samaritano. En nuestros días le llamaríamos buen vecino, la Sociedad Protectora de Animales lo tendría como uno de sus grandes colaboradores. Las sociedades dedicadas a combatir la muerte y derramar alivio sobre los menesterosos verían en Noé a uno de los grandes filántropos, al par de Luis Pasteur, Madame Curie, Alejandro Fleming y tantos otros salvadores de millares y millares de seres humanos. Estos combatieron la muerte por medio de procedimientos químicos, Noé lo hizo construyendo un arca. Todo es asunto de sistemas, herramientas, modos de lucha: el fin perseguido por todos ellos es uno solo: salvar la vida, calmar el dolor, servir al prójimo.
En la Biblia dice “Noé hallo gracia ante los ojos de Dios”, agregando después que era un varón justo perfecto en sus generaciones... por lo cual anduvo con Dios quien le hizo su confidente. Dios le mostró el peligro en que se hallaban los hombres a causa de la ola de inmoralidad que sobre ellos había caído. Ciertamente la humanidad estaba amenazada de muerte, no tanto bajo las aguas del Diluvio, sino la consecuencia de su desorden moral, lo cual había minado ya la salud física, la salud moral, la vida espiritual.
Noé siguió en los pasos de su antecesor, camino con Dios. Un día, Dios le revelo el remedio para salvar a la humanidad, diciéndole: “Hazte un arca de manera de gofer; harás aposentos en el arca, de cincuenta codos de anchura, y de treinta codos de altura. Una ventana hará al arca, y la acabaras a un codo de elevación por la parte de arriba; y pondrás la puerta del arca a su lado; y le harás piso bajo, segundo y tercero”.
Entra Noé en la arca. Lo acompañan su esposa, sus hijos y las esposas de sus hijos. También lo acompañan muchedumbres de seres irracionales, unos un tanto tímidos, otros felices y juguetones. Dentro del arca se encontraban los seres, semilla de una nueva humanidad. Noé lo sabia y se sentía feliz con tan precioso cargamento. Pasó el Diluvio, bajo cuyas aguas pereció toda cuanta no tenia remedio.
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