De Abel (segundo hijo de Adán) habla poco la Biblia. Simplemente dice que fue pastor de ovejas y que, en calidad de ofrenda, presento ante Dios lo mejor de sus rebaños. Por esta ultima causa perdió la vida a manos de Caín, su hermano.
Al nacer Caín, Eva grito emocionada: “He adquirido un varón con la ayuda del señor”, pero al nacer Abel, guardo silencio. La Biblia también guarda silencio al no recoger expresión alguna de dolor, tomada de los labios de Eva, ante la muerte del segundo de sus hijos.
Parece que Abel fue uno de aquellos hombres que por su modo de ser (tímido, retraído, silencioso) llaman poco la atención de sus semejantes. Los psicólogos no lo aceptarían en su medio: Era ingenuo, incapaz de leer en el rostro de Caín, el odio que contra él hervía en el alma de su hermano. Cándido, acepto sin malicia alguna, la invitación al campo donde encontró la muerte. Los defensores del honor y de la vida por medio de la fuerza, también se reirán de Abel. Perdió la vida en forma violenta, sin levantar la mano en su defensa.
Abel, según el texto bíblico antes anotado, (Hebreos 1:4), fue un hombre de profunda y sincera fe:”por fe Abel ofreció...”. Ofreció lo mejor de sus ganados. Su fe estaba totalmente puesta en Dios, porque al llevo ofrendas; Se manifestó en realidades, en obras, llevando a ese Dios que tanto amaba, parte de cuanto del había recibido. Además dice la Biblia, fue un hombre justo y de esa justicia da testimonio el mismo Dios. Como si lo anterior fuese poco, esa fe, esa justicia y esas ofrendas siguen diciendo a todas las generaciones, a lo largo de la historia, que este hombre de vida breve, pacifico, creyente y bueno es uno de los grandes de la humanidad.
Abel nunca hizo una acción alguna para llamar la atención de sus semejantes, pero si una (la ofrenda) que llamo la atención a Dios. En este caso, la vida de Abel fue un anticipo de la doctrina que hoy leemos en las siguientes frases del sermón de la montaña: “Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres para ser visto de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que esta en los cielos. Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas, para ser alabados de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas tú cuando des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en secreto te recompensara en publico”.
He ahí la vida breve (breve pero fecunda) de un hombre que no supo cautivar el corazón de sus semejantes, que no arranco palabras de alabanza y que de su hermano sólo alcanzo la muerte. Si, no recibió alabanza de los hombres, pero la recibió de Dios.
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