¡Que errado andaba el rey egipcio cuando ordeno, a las parteras de su país, quitar la vida a los niños! He aquí esa orden temeraria: Cuando asistáis a las hebreas en sus partos, y veáis el sexo, si es hijo, matadlo; y si es hija, entonces viva”.
Parece que el rey no veía peligro en la mujer, por lo cual le permitió vivir. Sin embargo la causa de la libertad de los judíos se fraguo en los cerebros y se alimento en los corazones de seis heroicas mujeres: dos hebreas y cuatro egipcias. Si yo hubiese sido consejero del rey habría conjurado el peligro nacional que formaba el notable crecimiento de los judíos, inspirándole una orden contraria: matar a las mujeres y perdonar la vida de los hombres. Esto habría dado un triunfo extraordinario a los anhelos patrióticos del monarca egipcio.
¡Que peligrosas son las damas! Gritaran muchos... ¡Qué útiles y que hábiles son as mujeres en el desarrollo de los planes de Dios!, Afirmamos nosotros. En la iglesia cristiana la mujer juega un papel muy importante. En las gestas libertadoras de las naciones, antiguas y modernas, los nombres de las heroínas brillan con fulgor propio e intenso. Si se me permitiese agregar una nueva bienaventuranza a la pronunciada por Cristo en el Sermón del Monte, yo diría: Bienaventurado el hombre a cuyo lado palpita el corazón de una mujer. Ella podrá llevarlo a una victoria segura. Bienaventurado el líder que logra unir a sus planes la voluntad y el esfuerzo de las mujeres de su comunidad. Ellas podrán llevarle de triunfo en triunfo, de victoria en victoria.
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