JESUCRISTO Y EL ESCEPTICISMO CULTIVADO.
El escepticismo es una planta cultivada por el hombre en los desiertos de la vida humana. Digo cultivada porque el hombre es un ser religioso por naturaleza. La fe religiosa permanece dentro del alma humana, aunque esta le niegue sus cuidados. Dios, viendo esta disposición del hombre a doblar la rodilla ante un dios, estampo el siguiente mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mi”.
“Dios es una equis sobre una gran barrera situada en los últimos limites del conocimiento humano; a la medida que la ciencia avanza, la barrera se retira.
En el cultivo del escepticismo religioso han colaborado muchas manos. He aquí algunas de ellas: la falta de educación religiosa, el mal ejemplo de muchos cristianos, las numerosas luchas políticas en las cuales ha tomado parte el clero, las decepciones de la vida y las enseñanzas de filósofos amargados. Digo amargados porque no todos los filósofos son escépticos. A pesar de todo la fe permanece inconmovible, siempre activa, como un pino bajo las nieves del invierno, como la zarza de Orbe que arde, arde, pero no se consume. Así la han visto los siglos a su paso,
El escepticismo es una planta cultivada por el hombre en los desiertos de la vida humana. Digo cultivada porque el hombre es un ser religioso por naturaleza. La fe religiosa permanece dentro del alma humana, aunque esta le niegue sus cuidados. Dios, viendo esta disposición del hombre a doblar la rodilla ante un dios, estampo el siguiente mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mi”.
“Dios es una equis sobre una gran barrera situada en los últimos limites del conocimiento humano; a la medida que la ciencia avanza, la barrera se retira.
En el cultivo del escepticismo religioso han colaborado muchas manos. He aquí algunas de ellas: la falta de educación religiosa, el mal ejemplo de muchos cristianos, las numerosas luchas políticas en las cuales ha tomado parte el clero, las decepciones de la vida y las enseñanzas de filósofos amargados. Digo amargados porque no todos los filósofos son escépticos. A pesar de todo la fe permanece inconmovible, siempre activa, como un pino bajo las nieves del invierno, como la zarza de Orbe que arde, arde, pero no se consume. Así la han visto los siglos a su paso,
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