JUAN EL APOSTOL DEL AMOR.
Entre los personajes más importantes de la Biblia surge la figura de San Juan, el apóstol del amor. Víctor Hugo dice del: “Juan es un genio”, habiendo dicho un poco antes: “Juan fue uno de los mayores errantes de la lengua de fuego. Durante la Cena apoyo la cabeza en el pecho de Jesús y dijo: Mis oídos han escuchado los latidos del corazón de Dios. Después los refirió a los hombres.
Según el citado autor Juan “hablaba un griego bárbaro, salpicado de giros hebreos y palabras siríacas de un encanto áspero y salvaje”, en ese estilo y lenguaje ofreció a la humanidad el mensaje del amor, el mejor de los mensajes. Juan fue un predicador del amor en medio de un mundo de violencias, crueldades, tiranías.
Juan es un ejemplo para toda la humanidad. El corazón donde solo existe la dureza corre el riesgo de convertirse en un pedernal, duro y frió, útil solo para herir al hombre.
Juan se entro a Cristo en plena juventud. Los evangelios nos lo presentan como el discípulo amado. En tres ocasiones históricas. Cristo lo llevo para hacerlo testigo de escenas extraordinarias, oportunidades que no tuvieron otros discípulos a excepción de Pedro y Jacobo. La transfiguración, la resurrección de la hija de Jairo, y la agonía en el huerto, la amistad de Juan con Jesús se prolongo durante una larga vida llena de grandes victorias, aunque también de numerosos conflictos.
“Juan es un genio” lo es porque en plena juventud puso su vida en las manos del Seños y jamás se entristeció por ello; lo es por la selección de su mensaje: el amor, tema exaltado por numerosas personas a lo largo de los siglos.
He ahí a Juan, el apóstol del amor; un hombre cuyas raíces se hunden en la tierra. Su cerebro se nutre en Dios. Un hombre que subía a las cimas de la soledad para encontrarse con Dios, y bajaba a las cimas de la humanidad para narrar a los hombres esas entrevistas con lo divino. Un hombre de pensamiento, desde donde se desprendieron como maduros frutos cinco hermosas obras literarias: un evangelio, tres epístolas, y el libro de la revelación.
Entre los personajes más importantes de la Biblia surge la figura de San Juan, el apóstol del amor. Víctor Hugo dice del: “Juan es un genio”, habiendo dicho un poco antes: “Juan fue uno de los mayores errantes de la lengua de fuego. Durante la Cena apoyo la cabeza en el pecho de Jesús y dijo: Mis oídos han escuchado los latidos del corazón de Dios. Después los refirió a los hombres.
Según el citado autor Juan “hablaba un griego bárbaro, salpicado de giros hebreos y palabras siríacas de un encanto áspero y salvaje”, en ese estilo y lenguaje ofreció a la humanidad el mensaje del amor, el mejor de los mensajes. Juan fue un predicador del amor en medio de un mundo de violencias, crueldades, tiranías.
Juan es un ejemplo para toda la humanidad. El corazón donde solo existe la dureza corre el riesgo de convertirse en un pedernal, duro y frió, útil solo para herir al hombre.
Juan se entro a Cristo en plena juventud. Los evangelios nos lo presentan como el discípulo amado. En tres ocasiones históricas. Cristo lo llevo para hacerlo testigo de escenas extraordinarias, oportunidades que no tuvieron otros discípulos a excepción de Pedro y Jacobo. La transfiguración, la resurrección de la hija de Jairo, y la agonía en el huerto, la amistad de Juan con Jesús se prolongo durante una larga vida llena de grandes victorias, aunque también de numerosos conflictos.
“Juan es un genio” lo es porque en plena juventud puso su vida en las manos del Seños y jamás se entristeció por ello; lo es por la selección de su mensaje: el amor, tema exaltado por numerosas personas a lo largo de los siglos.
He ahí a Juan, el apóstol del amor; un hombre cuyas raíces se hunden en la tierra. Su cerebro se nutre en Dios. Un hombre que subía a las cimas de la soledad para encontrarse con Dios, y bajaba a las cimas de la humanidad para narrar a los hombres esas entrevistas con lo divino. Un hombre de pensamiento, desde donde se desprendieron como maduros frutos cinco hermosas obras literarias: un evangelio, tres epístolas, y el libro de la revelación.
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