Al parecer, en Israel la mujer gozaba de muchos privilegios, entre ellos el de poder gobernar una nación. El caso de Debora es un ejemplo de ello. Cumplió Debora su misión en forma tan perfecta que el historiador sagrado sintetiza en las siguientes palabras el éxito de tal gobierno: “La tierra reposo cuarenta años” (Jue. 5.31).
El saber escoger sus colaboradores fue otro de las cualidades de Debora. Cuando vio que era indispensable la organización de un ejército para defender al país de enemigos foráneos, llamo a Barac, un joven de Neftali y lo comisiono, en el nombre de Dios, para organizar un ejército con un mínimo de diez mil hombres. A fin de no entorpecer el desarrollo de la industria, ordeno que estos mil hombres saliesen de las familias de Neftali y de Zabulon. Nótese la sabiduría al dar esta orden: todo en nombre de Dios y solamente dos tribus serian afectadas al sacar sus muchachos para la guerra. Los demás deberían trabajar pacíficamente, ensanchando así la prosperidad de la nación. Fue sabia Debora al escoger a Barac como general de sus ejércitos porque este valiente militar mantuvo lejos al enemigo. El autor de la carta a los Hebreos coloca a este joven en puesto de honor, junto a Gedeon, Sansón, Jepte, David, Samuel “y de los profetas” (Heb; 11.32).
Mujer de fuego esta, como la zarza de Horbeb; a su lado todo el mundo se sentía inspirado para acometer grandes empresas. Barac, conocedor de esta cualidad de Debora, respondió: “Si tu fueres conmigo, yo iré; peor si no fueres conmigo, no iré” (Jue. 4.8). Barac, hombre inteligente, sabio que la presencia de Debora frente al ejército valía por los diez mil soldados. Ella podría orientarlos, estimularlos, mantenerlos firmes y gozosos frente al enemigo. Y así fue. Ante la presencia de esta heroica mujer, no solo salieron soldados de Neftali y de Zabulon, como era la orden primera, sino también gentes dé Efraín, Benjamín, Isaac, Rubén...En una palabra, todo el pueblo, en forma voluntaria, dejo la paz del campo y salió en pos de Debora y Barac a luchar contra el enemigo de Israel. Fue tanto el entusiasmo que hasta “las nubes gotearon aguas” y “desde los cielos pelearon las estrellas”, en los batallones comandados por Débora.
El alma de Debora estaba poseída de un tremendo desinterés en el aspecto económico y personal. Para ella primero Dios y la patria. Cuando Barac la invito a formar parte de los diez mil, respondió: “Iré contigo, mas no será tuya la gloria d la jornada que emprendas, porque en mano de mujer venderá Jehová a Sisara. Y levantándose Debora, fue con Barac a Cedes” (Jue. 4.9). En otras palabras, no quería la gloria para sino para Dios, para Israel, para Barac, y salió al campo de batalla, dejando atrás a Lapidot, su esposo, y posiblemente a sus hijos. Para ella lo importante era Dios y la patria...Al servicio de esas causas entrego su vida.
Ciertamente, Débora fue una mujer genial: gobernante ilustre, amada y consultada por su pueblo; fue sabia en la selección de sus colaborados, supo inspirar a las gentes. Sin interés alguno en cosas materiales, actuó con libertad absoluta, se enamoro de las grandes causas. Todo este caudal de riquezas espirituales y humanas puso Debora al servicio de Dios y al bienestar de su patria. De ella podríamos afirmar lo que canto su amiga Jael: “Bendita sea Debora entre las mujeres, sobre las mujeres bendita sea en el pueblo de Israel y en la historia de la humanidad”.
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