ELIAS EL HOMBRE DE LA FE ACTIVA
El nombre del profeta Elías es bien conocido dentro del cristianismo. No escribió libro alguno de cuantos forman el canon sagrado, sin embargo su nombre se encuentra en casi todos los libros de
Corría con mayor velocidad que los mejores caballos del rey. En su modo de vestir y en la fuerza de su carácter, Elías es comparable con Juan el Bautista, de quien Mateo dice: “Juan estaba vestido de pelos de camello, y tenia un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y su comida era langosta y miel silvestre” (Mat.3.4).
Posiblemente Elías era hijo de campesinos rústicos. La grandeza de este singular profeta se basa, no en la cuna sino en el cerebro, en el corazón, en la fe, y en el arrojo para emprender grandes acciones en nombre de Dios.
En los días de Elías el pueblo pasaba por un oscuro periodo de idolatrías. Tanto había descendido la moral que hasta el mismo rey y su indigna mujer eran los promotores de la rebeldía contra Dios. Parece que todo el pueblo se había ido tras las nuevas costumbres. Sol Elías, posiblemente con el un muy reducido grupo de creyentes, habían permanecido fieles a Dios.
Llama la atención la humildad del profeta. Elías después de haber cumplido su misión, se retiro a las soledades de sarepta, se hospedo en casa de una viuda, donde realizo los milagros de la resurrección de un niño y la multiplicación del aceite (1 Re.17.8-17). Estos milagros fueron grandes, pero quizás el más grande fue el hecho de haber sembrado la fe en el alma de esa viuda, haciéndola decir: “Conozco que eres varón de Dios, y que la palabra de Jehová es verdad en tu boca” (1 Re. 17.24).
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